19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Del capitalismo salvaje, al capitalismo consciente 

Misael Cadavid

Por Misael Cadavid MD

A propósito de lo que hemos visto en las últimas décadas, una desconexión creciente entre la democracia y el capitalismo ha conllevado a que las personas sientan que el capitalismo ya no sirve a la gente del común y al interés público y por ahí derecho está poniendo en riesgo el futuro de las nuevas generaciones. 

El capitalismo está bajo ataque y los movimientos populistas en su contra se esparcen como una hoguera. Existe un peligro real de que el capitalismo se destruya así mismo, ahogándose en sus propios excesos. 

Y precisamente no es porque el capitalismo sea en sí mismo defectuoso, es simplemente una herramienta, la más poderosa que se ha inventado para aprovechar y canalizar el ingenio y la destreza humana. Si se usa bien, puede elevar los estándares de vida de una sociedad, pero usado de una manera egoísta puede conducir a un gran sufrimiento. 

Cómo lo describe el profesor Raj Sisodia debemos hacer una transición de lo salvaje a lo consciente. 

El capitalismo consciente se constituirá en el bálsamo que espera la sociedad, no como una estrategia o un modelo comercial, es sencillamente una filosofía integral de hacer negocios. 

Debemos pasar de generar riqueza financiera a expensas de la extracción del bienestar social, cultural, ambiental, intelectual y físico a realmente crearlo. 

El secreto del capitalismo está en dos principios: intercambio voluntario y libertad para la toma de decisiones. Esto ha llevado a que este sistema es capaz de crear extraordinaria riqueza y bienestar en la sociedad. 

El problema es que se olvidó de blindar esos dos principios básicos y las cadenas productivas se dedicaron a maximizar las ganancias y el valor para los accionistas. Nada más inequitativo. El poder del capitalismo es crear más valor sin generar impactos negativos. 

El dogma del capitalismo consciente será entonces que todos ganemos y que no hayan perdedores, haciendo una sencilla analogía con la sabiduría popular: el mejor negocio es aquel en el cual todos quedemos contentos. 

Los empleados tendrán mejores salarios, los clientes obtendrán mejores productos y servicios, los proveedores recibirán sus pagos, las comunidades prosperan y estaremos en equilibrio con el medio ambiente, además que los inversionistas harán retorno de su inversión y el gobierno recibirá sus ingresos fiscales que a su vez se invertirán en desarrollo social. 

Debe haber una iniciativa altruista de los dirigentes políticos, cívicos, empresariales para que adopten la filosofía del capitalismo consciente, para poner en marcha una serie de eventos que puedan transformar la economía y la sociedad, ya no se puede seguir haciendo transacciones comerciales a la antigua: maximizando ganancias y vanagloriando a los accionistas, ya no existen argumentos morales, económicos o sociales a favor de esa retrógrada mentalidad. 

Es imperativo crear íconos confiables para compartir esta nueva forma de hacer negocios. Los primeros en adoptar esta filosofía se beneficiarán al tener empleados más comprometidos y clientes más felices. 

Otros verán ese éxito y querrán emularlo. 

El capitalismo, a pesar de todos sus defectos, sigue siendo la herramienta más poderosa para canalizar el ingenio, satisfacer las necesidades humanas y elevarnos a mejores niveles de vida. 

Nada más propicio que la crisis desatada por el coronavirus para permitir cambios rápidos que podrían ser permanentes en la mentalidad y las normas sociales. 

Esta pandemia se está convirtiendo en un recordatorio de que los seres humanos nos necesitamos unos a otros y los negocios basados en la equidad y en el valor social agregado, son una forma de hacerlo a escala. 

¿Y qué tal si del capitalismo salvaje al consciente, pasamos al capitalismo misericordioso?