15 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Deforestación y otros crímenes ambientales hieren la Amazonía

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Por Claudia Posada 

La salud del planeta sigue deteriorándose, es urgente su atención. En los últimos días, el tema de la Amazonía se hizo presente en Colombia gracias a la V Cumbre de Presidentes Amazónicos celebrada en Bogotá, durante la cual, además de producir la declaratoria que contiene la consolidación de acciones necesarias para la protección de esta región, a la vez, calentó motores hacia Brasil en donde se llevará a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también llamada COP30, a realizarse del 10 al 21 de noviembre de este 2025.
Sobre el posible colapso de la Amazonía, han alertado estudiosos de comunidades científicas como WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), al recabar sobre contenidos de documentos internacionales de ellos mismos y de otras instancias, al destacar, entre otros, la puesta en marcha de los Diálogos Amazónicos que precedieron la Cumbre, “y que consolidaron propuestas desde la Red de Redes Amazónicas como el Pacto Panamazónico por el Clima, socializadas en una declaración compartida con los presidentes y representantes de los países en la apertura la agenda oficial”.
Es sabido, aunque no por todos aceptado, que el cambio climático global tiene efectos devastadores. En Colombia tenemos componentes particularmente adversos a los ecosistemas, los cuales se constituyen en graves amenazas sobre la Amazonía; tal es el caso de la pérdida masiva de biodiversidad y hábitats, el aumento de gases de efecto invernadero, la degradación de suelos, la alteración de ciclos hídricos que puede causar sequías e inundaciones; y todo esto principalmente por la expansión agropecuaria, la minería ilegal y los cultivos ilícitos, sumado a la inestabilidad territorial. (Conflictos y desorden sobre el control o la soberanía de un área geográfica)
Y es precisamente la región amazónica colombiana una de las más afectadas por la deforestación, lo que compromete la conectividad entre los ecosistemas andinos y amazónicos. Afirmaciones en boletines divulgados por la Universidad Nacional señalan que “En la Cumbre de Países Amazónicos 2025 se advirtió que los “ríos voladores” —corrientes de vapor que viajan desde la selva y riegan el centro del país— están en riesgo por el aumento de la deforestación. Su debilitamiento afectaría páramos como Chingaza, ubicado entre Cundinamarca y Boyacá, fuente del 80 % del agua que consume Bogotá”. Pensemos entonces que buena parte de los riesgos ambientales tienen su raíz en acciones humanas. Cuando nos negamos a considerar que nuestras actividades individuales -de beneficio propio- perjudican al colectivo social llamado sociedad, estamos actuando con un egoísmo irracional que impactará generaciones venideras, es decir, los daños particulares sumados, no son dimensionados en la magnitud de sus perjuicios.
“Durante el conversatorio “Los ríos voladores: el secreto mejor guardado de la Amazonia”, realizado en el marco de la Cumbre con expertos de la academia, el Gobierno nacional y las comunidades indígenas, el profesor Germán Poveda, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, recordó que toda el agua de Suramérica depende de la cuenca Amazónica, uno de los 16 pilares climáticos del planeta, cuyo colapso representaría un desastre para la región. Entre el 35 y 50 % de las lluvias en la Amazonia provienen de la evapotranspiración, proceso mediante el cual el agua asciende desde el suelo hacia las hojas de las plantas y luego se libera al aire en forma de vapor”. Imaginemos hasta dónde llega la importancia de tomar plena consciencia acerca del valor inconmensurable de la Amazonía. Pensemos cómo el bosque amazónico actúa siendo generador de agua para mantener el clima y alimentar los “ríos voladores” cuya humedad por el aire es nutriente para los Andes o al sur de Brasil manteniendo el equilibrio en buena parte del continente; pero el debilitamiento de aquellos ríos produce sequías y temperaturas extremas, fenómenos originados en la deforestación.
Es a los habitantes del Planeta, a quienes la fortuna nos puso en Colombia, “un país anfibio en el que los ríos y humedales necesitan de una atención urgente”, a quienes nos corresponde “reconocer la ronda hídrica que compone el sistema de la Amazonía y cómo inunda el territorio, pues en el país conocemos muy poco de su funcionamiento”. El profesor Santiago Duque, de la UNAL Sede Amazonia, explica así, por qué Colombia es un país anfibio: “Colombia no sólo es árboles, debajo de ese paisaje conocido hay toda una gama de ríos que llevan agua, y este recurso es el que soporta las cuencas amazónicas y ha tenido influencia en culturas indígenas como la zenú y los muiscas, pero lastimosamente hemos acabado con los pocos humedales que quedan, y los lagos de lugares como el Magdalena”. Debemos cuidar como un gran tesoro nuestro -para el mundo- el Río Amazonas y todos sus afluentes. La deforestación y la minería ilegal, como todo crimen ambiental, deberían ser objeto de mayor intervención, la que garantice, inclusive, reparación integral por daños y pérdidas ambientales; desde la legislación misma, hasta lo tocante a las instituciones del caso, se encuentran vacíos censurables.
No es ninguna novedad decir, por lo demás, que la Educación Ambiental merece capítulo especial, permanente y voluminoso en los pénsum académicos. Hay asuntos tratados en el Congreso con tanto ahínco que hacen revuelo en todas las instancias del Estado y pareciera que toda la Nación se sacude, pero cuando se trata de crear espacios de disertación profunda para repensar la Educación Ambiental, el fervor demostrado frente a otros temas -como corrupción y salarios- se enfría y languidece. Desafortunadamente no a muchos legisladores les apasiona el tema climático; además algunos en esto de crímenes ambientales, tienen rabo de paja.