23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿Decrecimiento? 

ricardocorrearobledo@gmail.com 

Por Ricardo Correa Robledo 

Sí, sin la menor duda, urgente y perentorio. El decrecimiento es una obligación si queremos sobrevivir como especie en este planeta y si queremos que la tierra siga siendo un milagro en el universo. 

Sin embargo, el tema del decrecimiento es tremendamente complicado, tiene múltiples dimensiones y representa un reto enorme para toda la humanidad. Y a escala local, las enormes contradicciones y discusiones que implica la mera mención de esta idea son problemáticas. Prueba de esto último es la reacción que produjo la referencia de la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, del concepto de decrecimiento económico en la asamblea del sector minero nacional. La mención que hizo la ministra fue torpe, simplista y desafortunada. Consecuencia de todavía no entender el cambio de rol en su quehacer: el paso de la academia y el activismo al gobierno, pues este último implica contar con una perspectiva muy amplia respecto a los diferentes actores económicos y políticos que hacen presencia en la sociedad. No es que tenga que ser condescendiente, no implica darles gusto a todos, pero sí equilibrio y sindéresis. Y esta mirada parcial no solo la tiene la ministra de minas, hay otros funcionarios que siguen anclados a su oficio anterior, a quienes les está dando mucha dificultad asumir la nueva mirada que implica su nueva tarea. Pero también es cierto que, en particular, el sector minero debe encarar las nuevas realidades que la tragedia ambiental, global y local, está trayendo, y que su transformación debe ser radical. El estado de pérdidas y ganancias del sector debe subordinarse al estado de emergencia ambiental de nuestra era. 

Bien que mal, la ministra de Minas atrajo los reflectores sobre la idea del decrecimiento, y esto es bueno, pues nunca se habla del tema. Más allá de precisiones académicas el término nos refiere a la posibilidad, y necesidad, de desacelerar el ritmo frenético que la producción económica ha adquirido, especialmente en relación a la explotación de la tierra y sus recursos, y a las consecuencias que quedan de esa explotación, léase cambio climático, desastre ambiental, contaminación en todas sus trágicas versiones: plásticos, pesticidas, gases, basura electrónica, y más. No se requieren extensas disertaciones para entender que tenemos que vivir diferente como sociedad e individuos si queremos sobrevivir como especie y si queremos conservar la fina capa en la cual la vida se da en el planeta tierra. El gran problema es que estamos tremendamente aferrados a la vida que llevamos: gobiernos, organizaciones y ciudadanos no concebimos otra manera de vivir. 

El modo de producción inevitablemente genera condicionamientos en el comportamiento individual y colectivo. Con los grandes avances que trajo el capitalismo en cuanto a la técnica de producción y sus resultados, también exaltó ciertas características, que si bien han existido de mucho antes se han amplificado en los últimos doscientos cincuenta años, desde la Revolución Industrial. En este tiempo se ha fortalecido la relación entre bienestar y la propia valía de la persona con lo que se tiene. La codicia y la avaricia han regado sus semillas por todas partes. El desacierto de la ministra Vélez consiste en pensar que el tema del decrecimiento es un tema eminentemente político, que debe tramitarse en la esfera de la geopolítica, cuando en realidad es mucho más profundo, pues las raíces de la producción frenética que nos enferma está en el interior de cada uno de nosotros y en la cultura. En últimas, es un reto a todos los niveles: Estado, sociedad, sistema productivo e individuos. 

Hay que hacer una salvedad: todavía mucha gente en el mundo no cuenta con lo básico en lo material, y tienen derecho a contar con bienes y servicios esenciales, respecto a ellos no debe operar la austeridad. Pero después de cierto límite, todos podemos vivir diferente: necesitamos menos cosas. Esto suena simple, pero llegar a materializarlo en nuestras vidas implica un trabajo serio y sostenido con nosotros mismos. El sentido del logro y de felicidad en nuestras vidas ha estado condicionado brutalmente por la adquisición de bienes materiales, poder, prestigio, fama y éxito. Y el apetito por consumir sigue siendo voraz. 

¿Podremos vivir más sencillo? La respuesta que le demos a esta pregunta en nuestra vida diaria hará la diferencia entre vida y muerte en el planeta.