14 julio, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

De Rodrigo Pardo a Benedetti 

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Me llamó un día Noemí Sanín para decirme que dejaba la embajada de Caracas, y que
mi nuevo jefe sería Rodrigo Pardo, según ella, un profesional joven pero
experimentado y “muy querido”, además de economista con MA en Relaciones
Internacionales, muy inteligente, honesto y trabajador —en síntesis, un verraco—,
con quien, pronosticó, podría seguir yo trabajando en la conquista del mercado
venezolano para nuestras exportaciones. Confieso que recibí con tristeza esa noticia,
pues nuestra embajadora había logrado lo que parecía imposible: trabajar, trabajar
por el comercio binacional, y empezar a derrumbar ese muro xenófobo levantado para
separar a los dos países por medios de comunicación venezolanos, encabezados por
José Vicente Rangel, Marcel Granier como líder de Radio Caracas Televisión, y la
familia Capriles de El Mundo. “Y se marchó”, como canta Perales, la bella Noemí,
dejándome con un gran interrogante que también canta el mismo Perales…, ¿y cómo
es él?. Y llegó el gran Rodrigo, más joven que yo que entonces era joven, con dos hijitos
niños, Daniel y Mónica, mas niños que los míos. Qué maravilla, para empezar.
El comité de bienvenida lo organizó, sin esa intención, Hugo Chávez, con un intento de
golpe de estado en contra del presidente Carlos Andrés Pérez, y pocos meses después,
ya experimentado en insurrecciones, Rodrigo tuvo que afrontar una segunda por
parte de un grupo de civiles y altos oficiales de las fuerzas armadas venezolanas,
también contra el mandatario Pérez. Sin embargo, ocurrió lo impensable: con
semejante alboroto político el embajador Pardo adelantó, con la Oficina Comercial de
Proexport que yo dirigía, una campaña de promoción de inversión de capitales
colombianos en Venezuela y de presencia directa de nuestros empresarios en ese país,
la cual sin duda alguna fue el punto de partida para que nuestras exportaciones de tan
solo 430 millones de dólares en ese entonces superaran la cifra de 6.000 millones de
dólares, convirtiéndose el hermano país en el destino más importante de las ventas de
productos manufacturados nacionales y el mercado externo casi único de las
pequeñas y medianas compañías. No sobra decir que en ese mismo año se logró
destrabar un mecanismo restrictivo de pagos que resultó fundamental para el éxito
descrito. Nos seguíamos entonces el paso, el embajador y yo, en nuestra promoción
comercial y de apertura de la gran frontera, aunque nunca pude seguir su ritmo en
nuestra rutinaria subida al cerro del Ávila, donde me tomaba no menos de 15 minutos
en meta; como subía él el sendero, así trabajaba. Un gran campeón. Y de muy buen
humor. Solo una vez lo vi “descompuesto” y bravo: en una reunión en Caracas el
nefasto cardenal colombiano Alfonso López Trujillo se dedicó durante mas de una
hora a hablar muy mal de nuestro país, obviamente defendido con vehemencia por
nuestro querido embajador. Ese solo episodio le aseguró el cielo.
A Rodrigo Pardo lo acompañaba en ese entonces en Venezuela como cónsul Juan
Fernando Cristo, y quizás por ello, fue Caracas el escenario donde se preparó buena
parte de la campaña presidencial de Ernesto Samper, quien habitualmente viajaba
desde Madrid donde era embajador. Ese fue el comienzo del final de la mejor
embajada que haya tenido alguna vez Colombia en Venezuela, con una persona al
frente de ella querida por empresarios, políticos y periodistas venezolanos, y
obviamente muy querida y reconocida por los exportadores colombianos que

encontraron gracias a Rodrigo el mercado que después “gracias” a otros se perdió, y
que hoy, “gracias” al actual gobierno, no hemos podido recuperar. Rodrigo Pardo
regresó a Colombia para seguir cosechando éxitos y para finalmente dedicarse a lo
que quizás mas le gustaba, el periodismo.
Me ha alegrado mucho hasta este momento recordar a Rodrigo Pardo, pero sé que me
entristecerá, también mucho, seguir el articulo pues voy a referirme a Armando
Benedetti, a quien el presidente Petro le encomendó la labor de recuperar las
relaciones binacionales. Qué contraste. Del maravilloso ayer a la pesadilla de hoy. De
la decencia a la chamboneada, de la honradez a las investigaciones, del trabajo a la
vagancia, del compromiso a la irresponsabilidad, del discurso al balbuceo, de la
transparencia a las drogas, de la educación al irrespeto, de la prudencia a la
insensatez, del café espresso a la borrachera. Gran pesar con nuestra embajada en
Caracas, gran vergüenza con los venezolanos, gran decepción de los empresarios,
quienes después del anuncio hace poco mas de un año de un nuevo milagro comercial
con el hermano país hoy encuentran que nuestras exportaciones apenas sumaron el
año anterior 670 millones de dólares, solo el 10% del volumen record que algún día
llevó a Venezuela a convertirse en el principal destino de las exportaciones
industriales colombianas, gracias a un protagonista, Rodrigo Pardo. Nos veremos,
embajador.