14 octubre, 2025

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De papa a papá

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Por Oscar Domínguez G.

El escritor brasileño Millor Fernandes decía que “si fuera el papa vendería todo y me iría”. Para Borges, el papa “es un funcionario que no me interesa”. Lo que no fue impedimento para que tuviera una buena amistad con su paisano el papa Francisco quien hace poco tuvo la “sana costumbre de morir”.

Modestia aparte, creo que, si hubiera seguido la carrera religiosa en la orden de san Agustín, la misma de León XIV, mínimo habría participado en los dos últimos cónclaves. No pasé de acólito. Dios, que hace las cosas mejor que el Carvajal de la cuña, me llamó, no me escogió. Me derrotó la castidad. De cuasi-semi-ex-gozquejo de papa hice el tránsito a papá de dos bellos críos que nos pusieron a ennietecer cuatro veces.

La suerte estaba echada en contra del seminarista de los ojos cafés que era yo porque no tenía las palancas de Agustín de Hipona quien en sus Confesiones cuenta que le pidió a Dios que lo hiciera casto “pero no ahora”. Fue complacido. La comunidad que adoptó sus enseñanzas ahora tiene inquilino en el Vaticano hasta que san Juan (¿o Pedro?) agache el dedo.

Pero pa qué, el puesto quedó en óptimas manos. Para empezar, León XIV es buena papa, un tubérculo que se da silvestre en Perú, su país de adopción. Nacido en Chiclayo, perdón, en Chicago, sus padres formaron parte de la diáspora. Desde que se supo que es Prevost Martínez, los de su segundo apellido se volvieron de mejor familia. Rastrée hasta mi decimocuarto apellido. Cero pollitos.

El turno al bate al frente de la iglesia católica es para un fanático de los Medias Blancas, de Chicago.  Es de lavar y planchar. Se le puede fiar para la compra de algún electrodoméstico. Además, tiene “excelente” gusto: le dedicó dos horas de su pontificado al PP (Petro presidente), quien del Vaticano viajó a Barranquilla a incendiar la parroquia. Sin el nihil obstat del papa. Sospecho.

León será el defensor de los migrantes. Quienes hemos formado parte de alguna diáspora no nos cambiamos ni por Dios mano a mano. Más de la mitad de los años que tengo los viví en Bogotá. Al flamante papa no le tembló la mano para rectificar al vicepresidente Vance quien pretendió escudarse en el Evangelio para decir que la caridad empieza por casa, y de ahí la bronca del trumpismo por los forasteros que han hecho grande ese país.

En León XIV veo a un papa chévere como Pedro quien negó tres veces al Galileo y puso cara de jugador de póquer cuando le preguntaron si conocía a su parcero. El que había tenido el detalle de haber curado a su suegra. El hecho de tener apenas 69 años, la edad del amor le ayudará al papa en su destino.

In illo tempore, cuando las familias cambiaban de barrio, sus nuevos vecinos lo visitaban para darles la bienvenida y les llevaban viandas mientras se adaptaban. “Por aquí a la orden”, les decían. Es lo que le digo al papa León: si necesita un XIV, mande no más.

Pie de Foto:

En esta jurásica fotografía tomada en los años cincuenta en el seminario La Linda, a una jaculatoria de Manizales, aparecemos seminaristas agustinos que ahora tenemos papa propio en Roma. Uno de los seminaristas, Nos Alejo, obispo emérito de Cartago, y mi vecino de barrio Aranjuez, en Medellín, estuvo en la entronización del «colega» agustino en el Vaticano.