24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

De anonimato nadie se muere

Por Oscar Domínguez G. (foto)

Unos coleccionan mariposas, cucos, obituarios. Yo soy diariofílico, una palabreja que ojalá retrate a los aficionados a llevar diarios. Empecé a garrapatear éste cuando me echaron del puesto.

Me pareció interesante para mí y para otros en parecidas circunstancias, mirar con lupa lo que sucedía en mi intimidad y en mi entorno cuando daba el forzoso paso al costado.

¿Trece años después de ese accidente laboral qué hago? Me gozo estos 67 de años (hoy tengo 73 y en la casa tengo más). El almuerzo nunca ha estado embolatado.

La plata me la dieron en gente, empezando por mi mujer, mis hijos y mis nietos Sofía Mo, carioquita; y Mateo y Patrick George, mellizos australianos, a quienes vemos crecer por Skype.

Mi salud ya no es tan buena y ha empezado a ponerme nada risueñas piedritas en el camino. Le he bajado al azúcar y a la grasa. Todavía mi dieta consiste en comer de todo. Prepagada y EPS responden por estas carnes y estos huesos.

Envejecer es cambiar de médicos. Me hago ver la próstata cada año. El urólogo conoce mis intimidades. Me distinguen otorrinos y neumólogos. Mi odontóloga bogotana mantiene vigente mi sonrisa. A distancia me coquetea el oncólogo.

Me ayudo en las mañanas con un puré de pepas. Laboratorio da lo que natura va quitando. Las multinacionales de los medicamentos se enriquecen con muestras ganas de aplazar la cita con la pelona. (Lea la  columna).