25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Cuestión de invasores e invadidos

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

En una interesante conversación entre la directora de un programa cultural de TV Capital y un antropólogo narró éste su trabajo con un grupo de campesinos de la Sierra Nevada que al darse cuenta de las más que notorias ventajas les otorga a la etnias la Constitución de 1991 decidieron de común acuerdo convertirse en un grupo étnico indígena y para ello necesitaban, claro está, de inventarse un pasado, de diseñarse unos trajes prehispánicos –como de siempre lo han tenido por ejemplo los arhuacos- una música, una arquitectura y unos ceremoniales.  

En un video vi los deplorables resultados de este intento de involución histórica, los caricaturescos trajes, las caricaturescas ceremonias “ancestrales”. 

Recordemos una vez más la esperpéntica ceremonia a orillas del Titicaca en que un sacerdote inca ungió como el Manco Capac sobre la Pacha Mamá a Evo Morales quien renunciaba a su educación cristiana para habitar entonces en los espacios de las ancestralidades incas. Lo que siguió a esta ceremonia fue conocer el gusto de Evo por los hoteles de lujo, por la vida de gran refiné mientras los verdaderos herederos de los incas siguen sumidos en el atraso y la miseria.  

¿Qué beneficios económicos y sociales les ha llevado al pueblo indígena de Chiapas el Comandante Marcos, un blanco que fuma su pipa londinense por entre un hueco de la máscara que lo oculta?  

Una cosa es la cultura indígena y otra la ideología política del indigenismo explotado por líderes de ocasión a través de un perverso identarismo tal como lo he venido analizando. La comunidad Misak que antes conocimos y admiramos como el pueblo guambiano, habitantes de un paisaje de gran belleza y con tierras otorgadas por el Gobierno en una extensión de más de dieciocho mil hectáreas irrumpe a través del llamado Paro Nacional Armado como la desafiante avanzada del movimiento de derribo de monumentos conmemorativos de figuras como Belalcázar acusado de genocida y de violador de las mujeres indígenas. Recientemente en la llamada toma de la Capital los Misak en un grupo pequeño pero muy belicoso intentó destruir los monumentos a Colón y a la Reina Isabel la Católica, alegando a través de su portavoz “La necesidad urgente de castigar a estos genocidas y violadores borrándolos de nuestra historia”. 

El “Black lived  Matter” norteamericano en versión Misak, la fatal fobia a lo que suene a España en el populacherismo de López Obrador. ¿Un hijo de la sagrada Pacha Mama, en bluyines, en medio de las balaceras en los mares de coca de poblaciones tan castigadas como Caldono o Toribío?  

En la Constitución de 1991 se permitió a nombre de “el derecho de las culturas indígenas a su propia identidad, borrar una conquista como la ley universal para permitirles regresar a algo tan monstruoso como el cepo o los cincuenta azotes por un asesinato. 

El deber de un observador de estos movimientos consiste siempre en hacer preguntas sobre temas despertados por estas manifestaciones de un indigenismo manipulado: ¿Al recuperar sus territorios su deber no consistía y consiste en establecer una sociedad que respetando su pasado pudiera dar libre paso a las conquistas del progreso como el derecho de cada quién a elegir libremente un destino en el pluralismo? ¿Cerrar fronteras y aislarse no es conducir a una comunidad a la autodestrucción? ¿Puedo yo libremente ir a Caldono, Silvia, Toribío y exhortar a las comunidades a elegir sus verdaderos representantes? ¿Puede en una democracia permitirse que se establezca la dictadura de un grupo recurriendo a falsos derechos étnicos? Si ni ustedes ni yo podemos invadir cualquier territorio indígena para ofrecer otros discursos distintos a los impuestos por sus dictadores; cómo puedo permitir que ellos invadan y atropellen territorios que no son los suyos destruyendo monumentos erigidos por una cultura que es distinta a la suya porque existe la cultura de origen hispánico, una lengua a la cual nos sentimos honrados de pertenecer, una herencia cristiana.  

De manera que con violencia y demagogia no pueden aspirar a que se les guarde el debido respeto y a que continuemos aspirando a una integración de las comunidades desde la equidad y sobre todo desde la libertad.