14 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Cuando el periodismo se sale del carril 

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Claudia Posada

Por Claudia Posada (Foto) 

¿Qué tal un médico veterinario hiriendo, causando dolor intencionado o maltratando un animalito? Sencillamente ese no está en consonancia con su misión. Tal cual es un periodista haciendo preguntas venenosas. El papel de un periodista es buscar el esclarecimiento de la verdad a través de interrogantes inteligentes; su razón de ser es canalizar la información para servir de puente entre los hechos y las audiencias. Cuando un periodista tergiversa la información comunicando tendenciosamente para desviar el objetivo de dar claridad, está sirviendo intereses personales que pueden ser muy subjetivos o de orden ideológico, partidista o sencillamente servil. Gobiernistas u opositores, periodistas o no, bien pueden opinar, es el derecho de cualquier ciudadano en una democracia, mas, no es del ámbito informativo.  

Cuando asistimos a la universidad para formarnos en una facultad de periodismo, nos entregan las herramientas técnicas para ejercer el oficio; además, en las aulas aprendemos a distinguir los distintos géneros periodísticos, y escuchamos por horas a quienes, con su disertación y ejemplo de vida, nos hacen ver el valor imprescindible de la ética profesional. Lo anterior no significa que todo periodista formado en la academia acoge con responsabilidad lo recibido; aunque tampoco, por fortuna, no todo periodista empírico es ajeno a los principios fundamentales del oficio. Estamos en la era de la desinformación.

Mientras más avanza la tecnología, más herramientas aparecen para ponerse al servicio de los irresponsables que disfrutan del desasosiego que crean las redes sociales y algunos medios de comunicación generando narrativas cargadas de falsedades construidas para ser creíbles.

Entre los ciudadanos del común podría decirse que tal comportamiento escapa al control de estructuras pensadas para ese fin, pero cuando se trata de personajes tras una cámara o un micrófono, es imperdonable exacerbar el caos que se suma a un entorno de por sí pesado y crítico.  

En Colombia tenemos violencias de todo orden, carencias y situaciones difíciles de sortear con satisfacción a las que parece que nos habituamos, pero no por ello absolutamente desesperanzadoras; la capacidad de resiliencia es característica del pueblo colombiano que sigue levantándose con la ilusión de encontrar por fin, para todos, el mínimo bienestar tan deseado. Sin embargo, hay sectores de la sociedad colombiana empecinados, de un tiempo para acá, en proveer el fuego que fomenta zozobras, perturbaciones, desconfianzas. Increíble, pero así es.

Las ambiciones políticas se ponen por encima de los nobles ideales de propiciar el bien común. Y lo peor, al servicio de los apetitos políticos están medios de comunicación y periodistas que, amparados en el oficio, se han convertido en el aguijón que se clava para irritar a la opinión pública e impedir el raciocinio necesario en una sociedad desorientada.  

La malquerencia de algunos periodistas que desviaron el camino de la razón de ser del oficio le está haciendo muchísimo daño a un país azotado por tantas crisis. Cuando maliciosamente se mezcla opinión con información, y peor, cuando experiencia y espuela se usan para desinformar, nos encontramos de frente con sus aliados irreflexivos de hoy: las redes sociales. Esta mescolanza es fascinante para los ávidos de poder.

Al estar creada la confusión que impide ver lo que conviene porque va por buen camino, los embrollos se crecen aplastando la verdad. Surgen entonces como salvadores que aseguran poner orden al galimatías, aquellos sedientos de un espacio en los escenarios de las decisiones para lucrarse, conseguir supremacía y el dominio de sectores que les son propicios para satisfacer ambiciones personales.   

Los nombres los adivinan ustedes con sólo discernir los contenidos de sus posiciones a la hora de ser confrontados como figuras de la vida pública, o al hacerse notar con planteamientos (¿engañosos, promeseros?) tan comunes entre la clase política.

Cuando los periodistas olvidan su misión las democracias se debilitan, la sociedad desfallece y el país pierde grandeza. Afortunadamente tenemos en Colombia algunos nombres de excelentes periodistas que siguen firmes en su misión.