@eljodario
La idea de que mientras un país se encuentre en estado de guerra todo se puede, ha ido calando en la historia moderna al mismo tiempo que paradójicamente fue creciendo el poder de censura de la Corte Penal Internacional investigando y sancionando crímenes de guerra.
Bajo esa mira se encuentra hoy Israel, que afirma librar la guerra contra Hamás en Gaza y contra Hezbolá en Líbano. Lo que se ha hecho entre los palestinos de la otrora franja libérrima de Gaza dejó de ser un acto defensivo para convertirse en una masacre miserable.
Con tal de combatir a los terroristas de Hamás, que mataron y secuestraron un millar de israelíes hace ya casi un año, esa tierra estéril se ha llenado de sangre y atrocidades donde los civiles, mujeres y niños han sido las víctimas preferidas de los bombardeos de barrios y escuelas enteras donde probablemente el servicio secreto israelí dice haber detectado a militantes armados de Hamás.
Es la guerra y el mundo ha dejado que todo se haga. Ahora comienza la batalla contra los miembros de Hezbolá, que se tomaron al Líbano como su territorio y tienen un ejército mucho más y mejor conformado que el propio país que los alberga. Las víctimas serán otra vez los civiles que subyugados por el poderío de la agrupación camuflaron sus lanzacohetes dentro de las residencias y edificios del sur del país y desde allí atacan casi que diariamente al ejército judío y a los civiles que viven en sus barriadas del norte israelí.
Es la guerra y todo se disculpa. Por eso no se ha profundizado la significación a futuro que tiene la habilidad de haber convencido a los de Hezbolá que los celulares estaban coptados y era mejor cambiarlos por beepers y wokitokis fabricados y vendidos por los judíos, pero previamente envenenados hasta llegar a lo increíble de hacer estallar al unísono más de 4 mil de ellos y usar la muerte selectiva para infundir terror que combata otros terrores.
Es la guerra y en ella todo se puede, hasta enmudecer.
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