@eljodario
El intento de ametrallar al padre de la vicepresidente Francia Márquez tiene varias lecturas y todas ellas muy incómodas. Según el relato que hace el general Urquijo, comandante de la cuarta región policial con sede en Popayán, las motos de asalto pretendieron inicialmente hacer un retén y como los escoltas los evadieron, les siguieron hasta las calles de Robles, el corregimiento fundamental de la zona plana de Jamundí, donde finalmente les hicieron 5 disparos.
Independiente de cuál de las varias agrupaciones que campean desde hace semanas por las calles y veredas de Jamundí haya sido, no cabe la menor duda que ese municipio, que es un barrio de Cali, se ha convertido en la republiqueta de Mordisco.
El día anterior la gobernadora del Valle, en un duro reportaje para El Tiempo, afirmaba una y otra vez que a las tropas constitucionales bajo el mando presidencial les falta contundencia. No exagera doña Dilian. La incontrolable guerra del Cauca le tocó las naguas a Cali. La existencia de 146 circuitos criminales en la capital del Valle, como lo dice un informe de inteligencia, hace crecer la hipótesis de que las bandas armadas pueden en determinado momento volverse caballos de Troya en las calles de Cali.
No se puede entonces seguirle dando trato a esta guerra como si fuese una batalla contra tropas insurgentes o ideológicamente parapeteadas. Es una guerra de los grupos productores y comercializadores de droga y oro. Es el coletazo final de la Revolución de los Traquetos, iniciada hace 40 años. Es la guerra de los ejércitos de los traquetos contra las tropas constitucionales.
Aunque el armamento no es muy moderno pues todavía usan tatucos junto con drones, es una guerra distinta. Ya no se financian solo con la venta de cocaína a los mexicanos. También con el comercio del oro, declarado ilegal desde los escritorios bogotanos. Y, sobre todo, se apoyan en la flojera evidente que se contagió de las tropas constitucionales desde que Petro asumió.
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