18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 85 del maestro Gardeazabal: La perversidad franciscana

@eljodario 

El cura Javier Uribe era frayle de la orden Franciscana.F ue mandamás en el Colegio Pio XII de Cali, donde se educaron tantos que hoy son poderosos y muy ricos señores. Fue el motor de la Universidad San Buenaventura de esa ciudad y de Colombia hasta llevarla a alturas inimaginables en pocos años. Ejercía el poder con la misma elegancia y sobriedad con que usaba la dignidad sacerdotal en los tiempos en que a los curas les quitaron la sotana y la gente comenzó a manosearlos. Por eso, y porque no vacilaba en estar presto a brindar discreto pero formidable apoyo cuando se necesitaba, hoy lo estamos recordando añorante quienes fuimos recipiendarios de su generosidad. 

Perteneció a una comunidad, la franciscana, que en Colombia se olvidó de las enseñanzas de su fundador en Asís. Nutrida por la envidia cometió la equivocación de acusar de ladrón al cura Uribe porque dizque no se sometía al cordón de San Francisco cuando en verdad su perversidad no les permitía perdonarle nunca que hubiese ejercido como capellán del Palacio de Nariño durante los 4 años de Virgilio Barco y menos que desde allí alcanzara a ejercer silenciosamente su poderío conduciendo por el camino acertado a quienes después llegarían hasta a ser presidentes de este país. 

Sus antiguos alumnos y los agradecidos beneficiarios de su apoyo hicimos vaca dispar para pagarle los abogados que demostraron no solo su inocencia  ante los jueces sino que volvieran público que por esa persecución los franciscanos convirtieron en añicos la prestancia y valía de la Universidad San Buenaventura hasta minimizarla a los extremos de hoy día. Jamás los frayles le pidieron perdón ni osaron rehabilitarle como era de justicia cristiana. 

 El cura Uribe, ejerciendo entonces solo su dignidad como herramienta y nunca más su hábito de franciscano, recuperó su nombradía y respeto hasta el punto que el primer día de este año, cuando resolvió morirse en la Clínica Sebastián de Belalcázar, nos hizo sentir su vacío y reconocer su sabiduría al no quedarse en este mundo para vivir el terrorífico veinte veintiuno que se nos vino encima. Como lo dijo ante la soledad de su tumba uno de sus antiguos alumnos que llegó a altas dignidades del estado: “Fray Javier Uribe fue grande y sembró esperanzas porque jamás estuvo de acuerdo con los atajos y mucho menos con las claudicaciones éticas o de principios”.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.