23 septiembre, 2025

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Crónica # 70 del maestro Gardeazabal: 100 años de Clarice Linspector

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@eljodario 

Hoy hace 100 años, mientras sus padres huían desde Ucrania hacia Brasil, donde haría patria y literatura y en esta mañana de hoy 10 de diciembre las banderas enhiestas la recuerdan con grandes homenajes, nació Clarice Linspector, capaz de codearse con el paso de los años en el podio del reconocimiento universal con Jorge Amado o Guimaraes Rosa. Podía haber sido una escritora común porque ninguno de sus temas tuvo la trascendencia épica que ese territorio o el espacio recordado de sus ancestros le exigirían, pero revestida de una frialdad entrañable, abrumada por las penas de la vida, retrató sueños y esperanzas que en cualquier idioma resultaron siendo eternos. 

Cuando la traje a Cali en 1974, tres años antes de que muriera, ya era un mito viviente. Los caleños ni cuenta se dieron por andar llenándose de envidia y odio contra quien como yo era capaz de traer a hablar en La Tertulia o a tomar café en La Librería Nacional a escritoras de su talla o de la de Puig, Vargas Llosa, Jorge Edwards, Camilo José Cela, José Donoso, Juan Rulfo, Agustín Yáñez, entre otros. 

Los oligarcas y los izquierdosos caleños, coincidentes en su antipatía hacia mí, nunca pensaron en lo que traer tales estrellas literarias significaba para la ciudad y su cultura. Por eso cuando hoy al recordar la más significativa de las que por allí asomaron, estoy seguro que ni cuenta se darán que ella estuvo en Cali porque para sus gentes de aquellas épocas y aun para muchos de los que todavía la mangonean hoy en día, las dianas de sus cornetas no han sonado para enaltecer méritos o logros sino para promover el rechazo y ahogar las esperanzas de generaciones futuras orgullosas de su ciudad. 

Clarice Linspector no escribió mucho, pero lo que hizo se deja leer con tanta gana y tanto garbo a estas horas de la vida, que veo que no me equivoqué cuando me entusiasmó leer “Cerca del corazón Salvaje” o cuando sentí que detrás de “Lazos de familia” existía una escritora exquisita para quien no hubo frenos morales ni costumbres obligantes sino anhelo de libertad y fe en el amor y la amistad.  Removiendo rescoldos en los recuerdos de mis travesuras siempre tengo presente a quienes me ayudaron a traerla a Cali o patrocinaron mis entonces locas ideas de hacer de esa ciudad el epicentro cultural que entre la salsa y los traquetos volvieron finalmente añicos.  

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal