28 marzo, 2024

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Crónica # 600 del maestro Gardeazábal: lenguaje izquierdozo

@eljodario

Eso del lenguaje inclusivo, del que nos hemos burlado prosopopéyicamente, ha terminado siendo una herramienta política de la izquierda latinoamericana y pretende ser ya no una forma de la dictadura del proletariado, sino una expresión del totalitarismo de izquierda conducido como antaño para aglutinar sectariamente a sus partidarios.

Caído el muro de Berlín y desaparecidos los manejadores de la intelectualidad de izquierda como Louis Aragón y Jean Paul Sartre, a los cenáculos de la zurda les pareció que deberían identificarse usando un lenguaje inclusivo, en donde a más del galimatías creado, se interpusiera la falsa defensa de un feminismo.

Comenzaron con el todos y todas, siguieron con el niños y niñas y han continuado estrellándose con las vacas y los toros porque no pueden obligar a que se llamen vacos o toras. Pero arremolinados alrededor de la defensa dizque de lo femenino, ese lenguaje inclusivo lo han adoptado como norma de comunicación los presidentes AMLO de México, Boric de Chile, Fernández de la Argentina y hasta el defenestrado Castillo del Perú y de tanto darle y darle, pretenden imponerlo así suene feo y reproduzca lo absurdo de la dictadura lingüística.

No sé si en Brasil, donde el portugués no tiene un guardián decrépito del idioma como el español las Academias de la Lengua, el señor Lula vaya a montarse en la misma carroza. Y en Colombia, así lo hayan intentado muchos maestros zurdos, hasta ahora el presidente Petro no lo ha cogido como estribillo. Y no tiene por qué hacerlo puesto que, si bien quiere a veces aparecer como el líder de la izquierda suramericana, no tiene por qué camuflarse con lenguaje decretado por el uso y menos por el abuso.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.

Por supuesto la derecha, entretenida en menesteres ociosos o imposibilitada de salir del espiral que se la consume, ni forma un frente ideológico para defender el idioma ni cuenta se ha dado que son los izquierdosos los que montaron el andamio del lenguaje como instrumento de poderío.