28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 569 del maestro Gardeazábal: estamos pasando de moda

@eljodario 

Si algo nos garantiza que nos hemos vuelto viejos es cuando confirmamos que lo que hacemos, lo que pensamos o lo que aspiramos ya no vale la pena. 

Cuando me pongo a recordar cómo había que vestirse con traje dominguero para ir a la misa de 11 en San Bartolomé, donde chocaban las competencias por quien llegaba estrenando y quién se podía dar el lujo de ir siempre con la misma pinta, me estrello contra la realidad.  

El problema era para quien entrara en la competencia porque quien seguía yendo vestido siempre igual sobrevivió sin que finalmente nadie le dijera nada. Quizás por eso, cuando me dejaban estrenar, hacía lavar una y otra vez la ropa alegando que el traje nuevo me picaba, aunque en verdad era que pretendía ser desconocido vistiendo ropa usada.  

Hoy, cuando la moda ya no es moda, ni ella incomoda. Cuando la combinación de mechas de tierra fría con pintas calentanas no respeta ni climas ni resfriados y las tetas pueden estar al aire o bien cubiertas que nadie se sorprende, vuelvo y confirmo que me estoy quedando viejo y, por ende, estoy pasado de moda. 

Como no he sido capaz de componer un poema con esas gafas hilarantes del metaverso. Pero al mismo tiempo me puedo montar en un avión vestido como un mamarracho, con unas bermudas raídas, una camiseta de marinero varado y unos tenis sin medias y nada me importan las piernas varicosas o lánguidas que exhibo, confirmo que aparezco no como un habitante de la tierra en el año 2023 sino como un pobre viejo que pretende vestirse como la gente de ahora, cuando debería estar todavía trepándome al avión enchuspado en un terno de príncipe de Gales. 

El hecho de saber usar computador y no enredarme con el celular ni sentirme mal combinando colores y estilos que nos ha hecho olvidar de la estética que hasta como filosofía nos obligaron a aprender, choca de nuevo con la realidad.  

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal. 

Cuando todo eso me pasa porque nací en 1945, unos días después de las bombas atómicas del Japón, me declaro seguidor de los científicos de hoy día, que dicen que el tiempo no existe, que es una ilusión.