29 marzo, 2024

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Crónica # 533 del maestro Gardeazábal: ángeles somos y del cielo venimos 

@eljodario 

La semana pasada el sabio profesor Moisés Wasserman habló en su columna semanal de El Tiempo sobre la extraña fiesta de Halloween que en su infancia (y en la mía) no se celebraba.  

Ante lo que allí decía volví a contactarme con él para anotarle que en Cartagena existe, desde mucho antes de nosotros dos haber nacido, la fiesta del 1 de noviembre “Ángeles somos y del cielo venimos”, cuando los niños salen de casa en casa no a pedir dulces sino comida con qué elaborar un sancocho y luego se reúnen todos, en alegre comitiva, alrededor del fogón en el parque del barrio a aprender a cocinar.  

Los niños han recorrido, de día, de puerta en puerta, vestidos con batolas blancas angelicales, recogiendo en sus mochilas los elementos sancocheros y recitando unos estribillos cargados de humor que han ido evolucionando con el paso del tiempo.  

E sabio profesor Wasserman me respondió con la humildad que permite la edad “Maestro: muy interesante. No conocía esa tradición. A mí me parece una maravilla cómo la gente convierte los temores en fuente de placer”, lo que me llevó una vez más en la vida a darle la razón y a seguir averiguando sobre los ángeles del 1 de noviembre en Cartagena.  

Gustavo Tatis, cronista sin igual, me ayudó con entusiasmo en la labor recreándome con su hablar cantarino la escena de los niños con batones blancos que no olvido de mi infancia mirándola desde los ventanales del entonces único Hotel Caribe en Bocagrande y le dije a mis padres que yo bajaría a ver ese espectáculo.  

Por ellos y por otros que me han ayudado en la búsqueda de la tradición que deberíamos hacer crecer nacionalísticamente para contrarrestar el efecto anglosajón del día de las brujitas, he encontrado que los esposos Paniagua, par sociólogos, han escrito varios artículos y un libro sobre la ancestral costumbre española, llegada en alguna de las carabelas que hicieron a Cartagena, y que no se ha perdido pese a las ganas que los bogotanos tienen de apoderarse de la ciudad destruyendo desde el edificio Aquarela hasta el espontáneo mercado de servicios sexuales que se congrega cada noche en la Plaza de los Coches.  

 

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal. 

No entienden los bogotanos que en Cartagena ángeles hay y del cielo vinieron.