25 abril, 2024

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Crónica #50 del enchuspado maestro Gardeazábal: Las iglesias y la peste

@eljodario

Han brillado por su ausencia la Iglesia Católica y todas las demás iglesias cristianas en su poder de convocatoria y acompañamiento a los que sufren los efectos de la pandemia.

Por alguna razón se escaparon de la responsabilidad de asumir su manejo y conducción como autoridades constituidas o como miembros de la sanidad pública o privada.

El haber aceptado todas las iglesias, sin excepción,  que la cuarentena les quitara la tradición de asumir su papel de compañía reconciliadora ante la enfermedad y, sobre todo, a la hora de la muerte, amenaza con dejarlos sin clientela en el inmediato futuro ante la reorganización inevitable que se está viendo venir cuando pase este estruendo doloroso.

No se ha contemplado la imagen de un sacerdote o de un pastor al pie de los enfermos entubados. Ni siquiera la antiguamente tradicional presencia de las monjitas de la caridad en los cuadros y fotografías de las pestes anteriores. No se ha oído una convocatoria pública enhiesta en favor de enfermos, muertos o médicos de ningún obispo católico o de alguno de los pastores estrellas del cristianismo convertidos en líderes políticos. Todos, todos, perdieron su poder de convocatoria y como no digitalizaron a sus fieles para invitarlos a sus ceremonias a sus templos e iglesias por zoom participativo, van a comenzar a sufrir las consecuencias de su abandono físico, espiritual e internético.

Sus rentas van a quedar tan mermadas como convirtieron en escuálidos los funerales de miles de víctimas de la pavorosa enfermedad porque ninguno de ellos corrió el riesgo de acompañar hasta a la tumba a sus ovejas apestadas.

Pero sobre todo, van a pasar muchas dificultades para poder volver a reunir los mismos fieles en sus iglesias y templos, en sus oficios y cultos porque a la hora de verdad las religiones terminaron por no consolar al que sufre, por no acompañar al que agoniza y por estar muy lejos del que sobrevive.

Salvo los gestos infinitamente dramáticos del papa católico Francisco, celebrando por tv misas, bendiciones y viacrucis en la inmensa soledad de los aposentos vaticanos, no se ha oído de la conformación de una cadena multitudinaria de oración, o la convocatoria a una hora determinada de cada día para hacerle sentir a la peste que existe un fervor espiritual capaz de doblegar la malignidad del corona virus 19.

Sacerdotes y pastores se declararon perdedores antes de tiempo o se quedaron esperando que la virgen de los dominicos, invocada por el primer mandatario o las lágrimas del pastor Arrazola en la soledad de su templo cartagenero realizaran la intervención que ellos, sacerdotes y pastores pudiendo hacer prefirieron evitar.

Esta peste acabó hasta con el oficio de los intermediarios de Dios en la tierra.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal