20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica #49 del enchuspado maestro Gardeazábal: El contraste de Cali y Medellín

Mientras más días pasan soportando las consecuencias de la peste, más nos encontramos con unas verdades de puño que enredan a los estadígrafos, desesperan a los gobernantes y nos dejan a los candidatos a ser contagiados no sin esperanza pero sí amenazados.

Si por ejemplo miramos el avance de la peste en Cali y lo comparamos con Medellín encontramos resultados tan dispares como sus estructuras culturales, sus alcaldes y sus interacciones.

Cali soporta el flujo del Ecuador tanto de venecos como de vallecaucanos que abandonaron sus trabajos en el país vecino y vinieron con la carga negativa que la peste ha dejado en Guayaquil y otras ciudades ecuatorianas.

Medellín cerró el ingreso de turistas y pudo parar el reintegro de paisas de la diáspora al clausurar su aeropuerto y mientras lo cesaban, tomó medidas estrictas y realizó censos activos y exigentes y seguimientos persona a persona que pasaba por emigración en el José María Córdova.

Cali tiene la puerta abierta con el sur, no la ha cerrado. Pero se equivocó garrafalmente con las medidas blandengues de sus secretarias de salud, municipal y departamental, dejando entrar sin seguimientos a miles de pasajeros, mientras el gobierno se demoraba en ordenar la clausura del tráfico aéreo.

Medellin tiene un alcalde TIC muy controvertido, milenial pero genera confianza con sus actos, los sabe explicar bien y le concede gran protagonismo y confianza a sus subalternos.

Cali tiene un alcalde médico que no ha dejado sus manías populistas, que no fue educado ni actúa como burgués y que adopta medidas en mitad de la angustia.

Medellín dictó decretos claros, ordenadores y muy bien explicados sobre el pico y cédula, el pico y placa y las excepciones porque el alcalde tiene un amplio y confiable equipo de asesores.

Cali montó un galimatías con los decretos en cuestión porque el alcalde es física y químicamente desconfiado y no le delega sino a una camarilla marcadamente inepta.

Medellín tiene una cultura traqueta y un organigrama en donde cinco o seis capos manejan combos y bandas criminales y se hacen obedecer en los barrios y oír de la alcaldía.

Cali tiene una cultura parrandera, es una ciudad dividida en dos guettos, el de blancos y el de afros y en cada cuadra hay un jefecito de pandillas que no abarcan con su poderío criminal la manzana siguiente.

Medellín armó un esquema rápido y eficaz basado en los Smart y coordinó centros de cómputos con las empresas privadas para otorgar permisos sanitarios de trabajo y agilizó el primer reintegro de actividad económica.

Cali no tiene ni centro de cómputo moderno ni diálogo establecido con los dueños de las empresas. Tal vez por todo eso, Medellín frenó sus muertes.

Cali las está acelerando, casi que triplicando frente a la capital paisa.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal