@eljodario
El paÃs más avanzado del mundo, quizás el más rico. El mismo que habÃa ganado dos guerras mundiales e impuesto el orden y la dirección del mundo durante casi un siglo, está hoy en calzoncillos. Su sistema electoral, tan antiguo como anticuado y antimoderno lo tiene en un estado de transición que puede llevar a acercarlo cada vez más a la senda de la estupidez por donde lo han conducido los últimos cuatro años o por un estado de atonÃa generalizada, esperando hasta esta noche o si no hasta mañana quien de verdad resultó elegido presidente de los Estados Unidos ayer.
No es de extrañar esta situación. En Estados Unidos se fueron añadiendo problemas graves con soluciones desfasadas frente a los avances del conocimiento y la modernidad de sus habitantes y del resto del mundo. El solo hecho de que se le haya demostrado por estos dÃas que tienen un sistema de salud deficiente, pese a los grandes y modernos hospitales de que hacen gala y que millones de sus ciudadanos estén desprotegidos porque allá no hay seguro universal y el que no tenga plata no puede curarse, resulta suficiente para entender la combinación de contradicciones y paradojas que tienen los gringos.
El que no hayan podido superar su racismo y su vieja teorÃa del supremasismo blanco, ha ido alimentando un enfrentamiento social cada vez más violento, que es el que tiene en ascuas hoy al mundo entero, comenzado por ellos mismos, pues nadie se atreve a prever si los paramilitares de Trump, que hacen gala armados en toda parte, puedan salir a reclamar un triunfo o si las turbas pobres y hambrientas de negros e hispanos, de inmigrantes perseguidos como ratas por Trump y los policÃas, salgan primero a saquear e incendiar y todo se vuelva una batahola.
Tal vez la falta de liderazgo cierto, en donde ni la voz de los expresidentes se deja sentir y la inexistencia de un polÃtico con carisma nacional arrogante y convincente o la de un general de cualquiera de las fuerzas uniformadas con aureola, pudiera convertirse en la esperanza. Pero no, la contradicción permanente entre un paÃs que permite todas las libertades de pensamiento y el otro, que convive con ellos, pero usa métodos esclavistas de hace 300 años y no modificó ni sus normas ni sus caprichos centenarios, les permita no haber entrado 24 horas después de los comicios en el desorden que todos temÃamos ni en la tranquilidad que era de esperarse con un nuevo presidente. Â



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