@eljodario
Hace unos días lo dijimos aquí: el tiempo es irrepetible. Es una verdad de puño que no es fácil con los conocimientos actuales refutar. No podemos devolvernos. Sin embargo, vivimos enamorados de la historia. Tratamos de esculcar más y más en la antigüedad y en las sendas recorridas por nuestros antepasados para dizque encontrar si nuestros orígenes fueron en Etiopía, con el esqueleto de Lucy la mujer de transición entre el simio y el homínido, que murió hace 3 millones de año por caerse de un árbol. O, de pronto los primeros abuelos surgieron medio millón de años antes, en Sudáfrica en el vertedero de Sterkfontein.
De la misma manera estudiamos nuestros muertos y lo que ellos hicieron en sus vidas creyendo que averiguando el pasado podemos hallar el futuro. Sin embargo, esa búsqueda que cada vez se facilita más por computadores, científicos e inteligencia artificial no ha podido quitarnos de encima las cadenas que nos condenan siempre al futuro.
Cada vez vivimos pensando más en el futuro así ya no vayamos donde las brujas y los adivinos. Las cifras económicas se miden por las proyecciones hacia adelante. Los estudios neurológicos, astronómicos y hasta los sociales están conducidos por esa condena terrible al futuro. Por ello tal vez nos hemos dado cuenta que nuestras teorías del ayer para dizque imaginarnos el futuro estaban equivocadas.
Hace unos años un tipo llamado Malthus dijo que el mundo se acabaría por exceso de población. Vinieron entonces el condón, el aborto y las pastillas anticonceptivas, que enfurecieron a los obispos, hasta que llegó la conciencia que estimula el conocimiento y países enteros comenzaron a tener familias de un solo hijo o a poseer mascotas en vez de críos.
El temor de la hambruna que se combatió con los transgénicos que persiguieron y persiguen aun, como al aborto y los métodos anticonceptivos, nos ha hecho mermar el índice de natalidad. Asi y todo, nadie habla del futuro sin niños aunque el cambio demográfico nos lo esculpen en piedra. La población solo crece si nacen niños y, en los países desarrollados cada vez nacen menos niños y mueren más adultos. Estaremos entonces condenados a un futuro en donde los países emergentes o los tropicales de que hablaba Weber, encontraremos rentabilidad produciendo seres humanos y no comida para alimentar al mundo sin hijos de los países ricos.
Será más productivo hacer niños para que terminen trabajando como esclavos de los países industrializados que seguir sembrando en los siempre empobrecidos campos agrícolas. Quizás, quizás… quizás.
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