25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 262 del maestro Gardeazábal: Don Jesús Ordoñez

@eljodario 

Para quienes hicimos la carrera universitaria en Cali, y en especial para los que estudiábamos en la inolvidable y hasta ahora inimitable Facultad de Filosofía, Letras e Historia, el eje central en aquellas épocas sin internet ni fotocopiadoras, era la Librería Nacional. Debí haber llegado a ella hacia 1964 y me volví asiduo de sus estantes manoseables por cualquier cliente y de sus jugos y sus helados de la cafetería donde nos citábamos a descuajar lo que no habíamos leído. Cuando fui entrando de lleno a la lectura, comencé a distinguir a don Jesús Ordoñez, su dueño, enjuto, con gafas de sabio y con una cara de seriedad casi que absoluta donde ocultaba siempre la risa, pero le daba poderío a su fama de lector. Le debía causar cierta complacencia verme sentado una y otra vez con el doctor Mario Scarpetta, el jurisconsulto de los Eder tomándonos un tinto que yo, pese a ser estudiante, le pagaba con gusto a ese viejo genial, pero avarísimo. Y como siempre terminábamos comprando alguna de las novelas policíacas en que Scarpetta era experto, algún día se sentó a la mesa para indagarnos. Unos años después, cuando comencé a abrirme paso públicamente como escritor, un día mientras yo veía los estantes, se arrimó a mostrarme un ejemplar de la mitológica revista Mundo Nuevo de París, en donde me habían publicado tres de mis cuentos premiados en España y que yo aun no conocía que lo habían hecho. Debí haberlo mirado con la   enorme satisfacción y gratitud que le fui cogiendo más y más y que rubriqué al máximo cuando a comienzos de 1972 se aventuró y trajo a Colombia los primeros 300 ejemplares de Cóndores desde Barcelona y los vendió en una tarde. La edad, la distancia y los caminos separados me lo volvieron esporádico para haberle podido renovar mi gratitud. Prefería entonces hacerlo con Felipe Ossa y Aura Bustamante, sus manos derechas a quienes veía, y sigo viendo, como el totem de ese viejo sabio, lector como pocos, quien hace 80 años fundó la Librería Nacional para que hoy en Cali y en Bogotá, en Barranquilla y en Pereira, en Medellín y en no sé dónde más ciudades han soportado estoicamente el chaparrón de la pandemia. Estoy seguro que hoy también, en lo profundo de sus espíritus, muchísimos autores y lectores que han vendido o comprado sus libros en la Nacional a lo largo de estos 80 años, deben celebrar con gratitud vibrante la gesta del irreemplazable Don Jesús Ordoñez y se unirán conmigo en un aplauso largo y emocionado.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.