29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 244 Del maestro Gardeazabal: Los carteles del terror

@eljodario 

Desde cuando en noviembre del 2012 mataron a Nuberley Trujillo, un humilde vendedor de cebolla y cilantro en la Galería de Tuluá, las autoridades están realizando exhaustivas investigaciones para dar con los responsables de lo que ahora llaman los carteles de Tuluá. 

Estas anónimas entidades son una muy bien aceitada red de extorsionistas quienes cobran con la muerte o la destrucción de su local comercial a quien no pague la vacuna que decreten para poder descargar los productos agrícolas en el mercado tulueño. Probablemente porque ese negocio miserable se ha regado desde hace años por casi todos los mercados públicos, o los centros de abasto del país o porque sencillamente a ninguna autoridad constituida le parece que debe ponérsele coto, poco importa que así ayude a crecer la inflación y sembrar la zozobra entre los comerciantes.  

Se está acabando con el derecho a la libertad de comerciar y que yo sepa Confecámaras no se ha enterado. Quizás en este país nos acostumbramos a usar la muerte como herramienta de vida y de escalón para sembrar el terror y conseguir pingües ganancias, pero lo cierto es que pese a que en más de una oportunidad haya pegado el grito desde mis crónicas diarias o desde mis cuentas de twitter y face, no ha habido autoridad alguna, nacional o departamental, civil o uniformada que se haya atrevido a investigar y ponerle punto final a tan repetido esquema de criminalidad. 

La semana pasada mataron en Tuluá a don Abel Giraldo y a su hijo Edwin, vendedores tradicionales de cebolla. Como no pudieron sobrevivir a los balazos, no pudieron contar que les aplicaron el mismo método de otros más, algunos de los cuales sí nos han narrado la historia porque quedaron heridos o fueron capaces de reconstruir sus locales destruidos por las granadas vengadoras. Pero como son ya demasiados los que han caído por no pagar la extorsión. Y, como resulta muy evidente la atonía sinvergüenza de las autoridades para enfrentar a esos enemigos de la sociedad, uno se pregunta si en Tuluá y en muchos mercados y centros de abasto de Colombia ha quedado prohibido el libre comercio y es necesario pagar, a más del impuesto al estado, la tarifa inmisericorde que imponen los nuevos dueños del país. 

No puede ser posible que no existan Fiscalía, Policía, Alcaldías, Gobernaciones, Gaulas de Ejército y Policía Cámaras de Comercio y  Fenalcos dotados de herramientas investigativas y, sobre todo, capacitados para ejercer la autoridad y gestión y de esa manera salvaguardar la libertad y el oficio de ser comerciantes. 

El país puede estar muy jodido. Pero si lo dejamos volver una réplica del Chicago de Al Capone o un Nueva York de Don Corleone, corremos el peligro de que los que no quieren ser víctimas van a empezar a actuar por mano propia y esto se va a volver un país en estado de zozobra, y en el caso de Tuluá, una ciudad invivible.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.