23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 18 del maestro Gardeazabal: El turismo en la pitadora

@eljodario 

En los últimos años el país se fue enorgulleciendo porque lenta pero seguramente se estaba convirtiendo en una potencia turística. 

El aumento cada vez más abundante de pasajeros internacionales que aupados por la buena prensa, el pacto de paz y las bellezas provocadoras de Colombia, comenzaron no solo a verse en Bogotá y en Cartagena sino en Medellín y en Santa Marta, en el Huila y en el Quindío. Aparecieron nuevos hoteles. Surgieron tentadoras agencias de turismo dispuestas a atender a los viajeros desde que se bajaban del avión hasta en los bailaderos de salsa de Cali o los escampaderos de Pereira. Los nacionales se dejaron seducir de los planes de viajes y excursiones por una y otra parte del mundo y las agencias de viajes tuvieron su agosto. 

Pero llegó la maldita peste y en 6 meses lo que queda del orgullo turístico casi que está desaparecido. La mayoría de los hoteles cerraron y unos poquitos han comenzado a abrir tímidamente. 

Los taxistas y conductores de las camionetas tipo van y las busetas que esperaban a la salida de los hoteles o en las pasarelas de los aeropuertos, los guías turísticos se quedaron sin pasajeros a trasportar y ahora intentan con más ilusión que apoyo volver a la realidad. Y ni que decir los miles de restaurantes cerrados y del estrangulamiento que han sufrido los establecimientos de parranda y vida nocturna. Los que no cerraron les está dando miedo volver a abrir porque se les venga la segunda tanda de la peste ante el desespero de las gentes por salir sin tapabocas y amontonarse donde puedan para sentir el calor humano de las fiestas. 

Participé esta semana en un foro-zum que organizó la Universidad Autónoma de Cali con promotores y agentes de turismo, periodistas y creadores de ideas y la conclusión me pareció peligrosa.  

Todos están hablando como si la noche ya se hubiese acabado y los planes del turismo no hubieran sufrido la casi absoluta falta de oxígeno. Siguen creyendo que sus   programas de llevar a la gente a las zonas rurales o de continuar restringiendo las actividades servirán para superar el miedo y volver a impulsar ese mundo turístico que, como dirían las empleadas de servicio de antaño “está en la pitadora”. Me parece que andan equivocados, porque bañados de optimismo y alejados del realismo no quieren asumir las verdades. Hay que gastar más tiempo en imaginarse el futuro postpandemia e inventarse una manera de afrontarlo evolucionando al más caro espíritu darwiniano. 

Finalmente somos seres humanos, no avestruces, y no podemos esconder la cabeza.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.