@eljodario
Un divertido debate se dio ayer en el carrusel de noticias de Blu sobre las causas y efectos de la calificación costeña de que a Fajardo le faltan huevas para ser candidato. La significación que le dieron el excura Linero y la excanciller Araújo, ambos costeños, no aminoró la hipocresía bogotana que todavía reina en los espacios noticiosos radiales, pero hizo evidente que hay no solo un cambio en el lenguaje que se usa para calificar a los hombres públicos, sino que de verdad la tibieza recalcitrante de Fajardo le sigue estorbando, como lo fue en las otras oportunidades que ha aspirado al respaldo popular en unas elecciones.
Por supuesto, sacaron a relucir la terquedad que le caracteriza y aunque no se dijo expresamente que sus determinaciones no tienen ductilidad alguna, fue obvio que abundaron los defectos y casi ninguna mención a sus ventajas, que a mi parecer son las que hoy le han revalidado el chance de aspirar de nuevo a ser presidente de este país. Y es que no podemos ni exagerar ni hacernos los ciegos. Fajardo con su tibieza que no ofende a nadie y su permanente batalla por aparecer como neutro en medio del tropel, ha terminado por distinguirse muy por encima de la manada de aspirantes presidenciales.
Su actitud temperamental que recuerda más a una momia egipcia que a un paisa entucador, se distingue entre la montonera porque ha sido tantas veces la misma y tan repetida, que el colombiano común ya sabe cómo podría ser su mandato y terminaría por preferirlo ante el peligroso desconocimiento que se tiene de las otras dos momias que le compiten, Cepeda y Abelardito, que no tienen ninguna experiencia en el manejo de la cosa pública y en el rol administrativo que exige una presidencia de la nación.
Obviamente estamos apenas a diciembre y de aquí a marzo que se cierran inscripciones la soberbia puede haber disminuido penachos y hasta habrá aparecido la carta oculta que presenten los contratistas para quedarse con el pastel. (Opinión).
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