@eljodario
Debí haber sido muy niño cuando Jorge Leiva era ministro de Obras Públicas y el prohombre de mi pueblo, Federico Restrepo White, lo llevó a casa de mi padre a tomarse un wiskie y yo, con la curiosidad que tal vez me acompaña desde antes de nacer, le puse oído a la conversación.
Hablaron de la carretera de Buenaventura al Orinoco subiendo por el páramo de Las Hermosas. Desde entonces, hace ya casi 70 años, la llamada clase dirigente vallecaucana y los dueños de la plata bogotana que siempre han tenido la tentación de volver los Llanos Orientales un emporio de riqueza o una gran bodega de exportación, han cabildeado la idea de construir una carretera que una al mar Pacifico con el Orinoco.
Yo he hecho parte de esos antojados idealistas y cuando fui gobierno encontré el estudio que Guillermo León le mandó a hacer a una comisión japonesa para construir la carretera que al menos atravesara la cordillera central y saliera al sur del Tolima buscando como seguirla después.
Como tal me trepé en una mula para llegar desde Barragán a La Virginia, un corregimiento de Chaparral, 48 horas después haciendo escala al pie de una de las cascadas del Amoyá. Y más tarde, con el antiguo jefe de las guerrillas liberales del Llano, Eduardo Franco Isaza, nos fuimos recorriendo la ruta que él había trazado en su imaginación calenturienta y llegamos desde Dolores y Alpujarra hasta Colombia, en la cúspide de la cordillera oriental para otear desde allá el territorio de La Uribe que entonces era de Tirofijo y medir la magnitud de subir la carretera desde el Huila bordeando el rio Venado.
Hace unos años el vicepresidente Vargas Lleras se entusiasmó y le puso candela al fogón de la ilusión y mandó a hacer un estudio que por estos días la nueva generación de empresarios del sur occidente ha hecho público reviviendo la idea de Leiva y Restrepo White.
El trazado ya no es el de los japoneses. Ahora se suben Florida arriba, hacen un túnel a 1.850 metros y salen a La Herrera para bajar por el Pato y Rio Chiquito, territorio fundacional de las Farc, que, por supuesto apenas si tendrá trochas camineras, y subir a Colombia por la carretera que va desde Baraya para luego volver a bajar al Llano por la Uribe y el mítico territorio de Casa Verde.
No sé de dónde van a sacar la plata para tamaña obra. Si en la pobreza en que va a quedar Colombia o en la avidez que despertará a los nuevos imperialistas postpandemia la inversión en esta patria nuestra.
Pero ahí está de nuevo la gran solución del futuro, la gran quimera la que los visionarios de 1950 pergeñaron y que entre guerras y estupideces nunca hemos encontrado como volver realidad.
Tal vez la verán los nietos de mis sobrinos.
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