16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 121 del enchuspado maestro Gardeazábal: Aquarela

@eljodario

El alcalde Cartagena, el señor Dau, puede ser muy mal hablado, pero le sobra razón al argumentar que no va a obedecer al señor Carrillo, monaguillo de todas las bodas, ni a la señora ministra de Cultura, la experta en biocomportamientos en Júpiter, cuando le ordenan olímpicamente que comience el proceso de demolición del edificio Aquarela.

Dice el alcalde cartagenero que no lo hace hasta que no aparezca la orden de un juez y luego de un debido proceso, que considere que es mejor demoler la mole levantada en cercanías de la visual del castillo de San Felipe y no darle otra utilización.

El señor Dau argumenta que si se precipita a hacerlo para complacer a los dos alfiles del régimen, Cartagena no tiene con qué ni por qué asumir esa responsabilidad de parte de quien hoy es Procurador y  en el próximo enero ya no estará en el cargo, ni tampoco de la ministra que hoy puede serlo pero mañana podría estar renunciando para que el abogado de la Sergio Arboleda que dice gobernar al país a través de un magazín de televisión la terne para que tenga opción de ser la próxima Defensora del Pueblo.

Dau sabe muy bien que las demandas de parte de los constructores del edificio Aquarela y de los que ya dieron su cuota inicial por los apartamentos de ese conjunto se vendrán más temprano que tarde si se precipita a demolerlo solo por las órdenes del monaguillo y la jupiterina.

Hasta ahora no lo ha dicho el alcalde, pero todos los colombianos que han ido conociendo no solo la versión del Ministerio de Cultura y de la Procuraduría sobre esa edificación sino otras muy contradictorias entre sí, no alcanzamos a entender cuál es el capricho de tomar esa determinación sobre una obra construida dentro de los cánones vigentes en su momento, y sobre todo cuando puede ser de máxima utilidad en las actuales circunstancias en que miles de cartageneros claman por una solución a las angustias que les ha  dado la quiebra del negocio del turismo.

Mas como el monaguillo Carrillo tiene al frente la posibilidad de ser candidato presidencial y quiere demostrar su poder, parecería ser que ha asustado a una inspección de Policía de la ciudad heroica y ellos, pagando la novatada, quieren obligar mediante auto conminatorio al alcalde Dau para que rebane 600 y pico de metros cuadrados del Aquarela como si fuera un pastel de bodas y que, si esa magna obra de ingeniería no puede hacerse, que lo tumbe del todo.

Detrás de todo este enredo inútil debe haber un diablo cojuelo, no solamente la vanidad ofendida de la ministra ni la pataleta bogotana del señor Carrillo.

Hay quienes dicen que ese demonio suelto es el procurador delegado, un respetado abogado que ha pretendido ser magistrado varias veces y no lo ha logrado.

Pero sea quien sea, lo de Aquarela ni huele bien ni tiene por qué mamárselo Cartagena, como dice el alcalde.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal