18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 118 del maestro Gardeazabal: La escombrera

@eljodario 

Medellín necesitaba que alguno de sus novelistas emprendiera la titánica y peligrosa labor de volver mito literario esa historia cruenta de la ciudad violenta que se dejó llevar al torbellino miserable del asesinato y el secuestro, la desaparición forzada, el chantaje y la corruptela aplaudida. 

En algún texto trascendente tenía que quedar esa memoria para quienes decían no saber de lo que estaba ocurriendo en las calles del centro o en las barriadas limítrofes a la candela diaria, o en el territorio de los combos, o en los vericuetos de La Comuna, pero que como buenos paisas emprendedores querían que apareciera su Mussolini y los encausara para volverla negocio. 

Acabo de terminar de leer “La sombra de Orión”, una muy densa novela del tantas veces premiado Pablo Montoya, que pretende narrar esa historia cruenta del Medellín de espanto pero que no logra finalmente sino una confusión agridulce. Y resulta imposible conseguirlo porque el narrador termina tan loco como el lector y la historia tiene tantos puntos de vista mientras va siendo narrada que solo el más docto intenta poner el orden verdadero, antes de que aparezcan, al final, los chamanes de Cristianía a largos, repetidos y muy poco nutrientes viajes con yagé. Esta obra, sin una sola mínima pizca de humor en las 436 páginas, trata de armarse con hilos novelísticos, dramáticos pero truncos, hasta el punto que pareciera tener como meta no atraer al lector dejándole mochas todas sus opciones de seguirla leyendo. Quizás Pablo Montoya, que es un sabio y un señor profesor, pretendió hacer una Divina Comedia para purgar a Medellín de su tragedia no reconocida, pero no la pudo armar ni en la subida a la cúspide de La Comuna 13 ni en el descenso a los infiernos de La Escombrera, cuando como Juan Rulfo, habla con los muertos. Lo frustrante es que esta larga crónica está muy pero muy bien escrita, con parrafadas metafóricas arrancadas de poemas nunca antes publicados en la literatura colombiana pero como es absurda y se vuelve tan errática en la armazón, finalmente ni convence ni ilustra así la aplaudamos a rabiar. Probablemente porque está escrita en clave, con todos los nombres prestados, desde Pablo Escobar llamado “El Mago” hasta Fajardo, anotado como “Ferrer”, pero con personajes identificables solo en la realidad temporal, la novela termina por repudiar con latigazos masoquistas al que la lee completa y fastidiará para siempre a Medellín y a sus gentes, tanto más que La Escombrera, el espacio siniestro que nunca podrá borrarse como la más oprobiosa cicatriz de la inercia paisa.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal