20 abril, 2024

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Crónica # 109 del maestro Gardeazabal: Sindicalistos y sindicalistas

@eljodario 

 El castellano, o el español, (como quieran llamarle) es un idioma que no necesita ser estrujado ni mucho menos usado como trapeador de intonsos para poder calmar los apetitos feministas de la mamertería internacional que a más del señores y señoras de cortesía nos han ido metiendo niños y niñas, ellos y ellas, colombianos y colombianas, peluqueros y peluqueras, ancianos y ancianas, ciudadanos y ciudadanas, etcétero, etcétera. Previsivo antes de que termine la pandemia y renazcan esos batallones lingüísticos defensores del género, me permito con el uso y abuso que me da el seguir escribiendo y leyendo a los 76 años, recordarles que nuestro idioma no es fruto de una ideología de género, sino que a través de los años ha sabido usar las nominaciones calificativas en géneros comunes que cobijan la unicidad de las palabras y hacen sonar cacofónico a tantos cultores modernos de la feminidad en el lenguaje. 

Yo he sido por muchas décadas periodista, no periodisto. El ondóntologo Sanabria es mi dentista, no mi dentisto. A menudo contesto cuestionarios de algún estudiante, hombre y mujer, a quienes no discrimino como estudiantes y estudiantas. Por supuesto en muchos momentos cuando me interrogan me doy cuenta de su ignorancia, pero no los clasifico entre ignorantos e ignorantas. De la misma manera, tengo aquí en mi finca, no en mi finco, toros y vacas y los registro sin tener que clasificarlos como semovientes o semovientas. 

Espero entonces que por dar este alarido para protestar por el trato vil que el idioma está sufriendo por influencia de la mamertería universal, que dizque se dice defensora del género, no me vayan a formar un sindicato para menospreciarme o encerrarme en un manicomio si no comparten mis opiniones de estas crónicas porque entonces tendré que firmar dos documentos para apelar a que cese la persecución, uno para los sindicalistos y otro para las sindicalistas. Pero si insisten y me van a dar de puños porque quiero resaltar la fútil vanalidad de los defensores de género, no me peguen muy duro porque me tocará escoger si voy donde un masajisto o una masajista. 

Queda dicho, con dicha.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal