23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica # 109 del enchuspado maestro Gardeazábal: Ya no sueño despierto

@eljodario

Si para algo me ha servido esta pandemia, y el sacrificio por decreto de mi libertad, es para advertir que mi relación con el mundo ha cambiado.

Que mis vínculos con el tiempo se han modificado reciamente, tanto que estoy a punto de afirmar que he dejado de ser un esclavo del tiempo convirtiéndolo en una de mis herramientas para subsistir por encima de las fastidiosas prohibiciones.

Ya no sueño despierto. Y cuando sueño dormido lo recuerdo mientras me tomo el primer café, pero ninguno me molesta ni me desespera.

Quizás es porque ya no puedo pensar en el mañana. Pero confieso algo peor. Me gustaba jugar a acertar con el futuro. Era como si mi fuerza de vivir estuviera en ganarle la batalla a lo misterioso e incierto que tenía todo futuro porque conociendo muchas cosas del presente y del pasado, casi que yo hacía de algoritmo conmigo mismo o con quienes me rodeaban o pedían consejo. Ahora, el futuro parece desastroso y angustiante porque la ineptitud de quienes manejan la peste y la impotencia de quienes pretenden curarla solo lleva a desmoronar la sapiencia que teníamos y a valorar todo el tiempo que se nos fue preparándonos para vivir gozando y poder llegar a la muerte tranquilos.

Tal vez es la incompetencia de quienes nos gobiernan y el que no puedan tapar el deseo de la muerte que exhalan con sus decretos y protocolos disfrazados de medidas preventivas. Pero hay que admitir la realidad. Las políticas genocidas a las que en el fondo estamos siendo sometidos contra nuestra voluntad hacen parte del dominio ya no de las ideologías sino de la ambición de las grandes corporaciones que manejan la economía del mundo y ahora nos subyugan nuestras mentes controlándolo todo desde el internet.

Aquellos de nosotros que sobrevivan al corona virus necesitarán entonces una gran creatividad para imaginar nuevas formas de narrar y contar este desastre. Creo y me aferro a la fuerza de que he podido sobrevivir hasta ahora en un mundo que debe forjarse en nuevo cada mañana, pero tengo que admitir que este mundo en el que insisto en creer que vivo se terminó hace ya 120 días.

No se cuánta gente quedará indemne (que no es lo mismo que sobreviviente para entre todos crear algo nuevo, algo que alguna vez fue inimaginable, algo que le diera a todos espacio para respirar en libertad y redimiera del nuevo yugo que esclaviza a la humanidad.

De acuerdo a esa conclusión, habría que estar listos para reorganizarse de acuerdo con reglas más nobles fundadas en el altruismo, el diálogo y la comprensión.

Quienes hemos gozado de la vida, hasta en los más duros momentos, debemos mientras seamos leídos u oídos, conducir ese nuevo mundo al gozo. No importa que ahora estemos cansados de vernos obligados a obedecer por decretos y no por razonamientos. No importa que hayamos perdido el miedo a enfermarnos y que lo hayamos cambiado por la angustia que produce la proximidad de la miseria.

Lo entiendo bien, el optimismo hiede a ceguera y nadie quiere perderse en las penumbras.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal