@eljodario
Este San Valentín que se festeja hoy y en especial en suelo norteamericano, pudo haber sido un imposible para los miles de floricultores. Hace 12 días el presidente Petro resolvió frentear al presidente Trump por la manera como el régimen imperial de Washington devolvía colombianos que habían emigrado a USA.
Pocos saben las horas de angustia que pasaron los miles de compatriotas relacionados con el cultivo y exportación de flores a los Estados Unidos. Si los hilos no se hubiesen movido para calmar la furia jupiterina del emperador, el arancel del 25 % con que amenazó a todos los productos colombianos, les mataba la cosecha a los floricultores que desde el 1 de febrero estaban alistando los miles de toneladas de rosas, claveles y pompones que se venden hoy, día de San Valentín en los Estados Unidos.
Afortunadamente no sucedió, pero el evento debería servir para que los dos grandes bloques de exportadores colombianos de productos agrícolas, café y flores, piensen en construir un colchón de seguridad para el futuro. Deberían provocar campañas mayúsculas dentro del país para que volvamos a la vieja costumbre de las abuelas de adornar nuestras viviendas con al menos un florero repleto de multicolores variedades que abundan en Colombia.
Los cafeteros tendrían que hacer lo mismo. Impulsando que todo coterráneo se tome, por lo menos, una taza de café al día les ayudaría a levantar ese otro colchón.
Estoy convencido que con flores y café hemos construido la cultura perdurable que nos hace sentir colombianos. Yo, anciano en declive y monitoreado por prohibiciones médicas, no he dejado de tomarme todas las mañanas a primera hora mi taza de café ni de poner un florero en alguna parte de mi casa. Quizás por ello he pedido a unos y otros que el día que me lleven a enterrar al Cementerio Museo de San Pedro en Medellín, me inunden de flores y que lo último que tome antes de apagarme sea una taza de café de altura de la Heredad Correa.
Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.


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