24 abril, 2024

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Cotidianas epifanías y revelaciones divinas cristianas

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto) 

https://paideianueva.blogspot.com/

Todos tenemos en nuestra cotidiana vida eventos y momentos de epifanía que se manifiestan como una iluminación súbita, chispazo, insight, idea brillante, discernimiento o sentimiento clarificador repentino o claridad de una solución al despertar. En algunas de sus formas es interpretada como clarividencia y reconocida por giros exclamativos como «eureka», «al fin lo comprendí», «ahora sí sé lo que se siente», «se me acaba de iluminar la  mente», «se me encendió el bombillo» y otra variedad de expresiones para comunicarnos  a nosotros mismos, y a otros, que estamos en una epifanía. Todos vivimos con epifanías, muchas de las cuales han marcado el camino de la vida o impulsado la toma de algunas decisiones trascendentales. 

En algunos casos, se refiere a una experiencia espiritual o religiosa o a un mensaje de la divinidad. Una manifestación espiritual súbita, esperada por años, es también una epifanía. Esta, sin embargo, puede referirse a cualquier repentina manifestación, sentimiento o comprensión de manera imprevista, sea o no divina. No se refiere a acontecimientos o eventos de ocurrencia extrasensorial, a una habilidad supranatural o a supuestas clarificaciones, de ocurrencia extraordinarias, como mensajes del más allá. 

La epifanía es una forma de metacognición, de aprendizaje, de solución a un problema o de explicación de la naturaleza de ciertos fenómenos o acontecimientos. Por lo tanto, es un recurso presente en cada uno de nosotros y en los alumnos mientras aprenden. Sin ella no habría comprensiones, posibilidad de verificar, validar o falsear hipótesis, de contradecir pensamientos tradicionales o de superar viejas explicaciones vigentes. 

La epifanía es don que nos facilita conocer, comprender y entender. Su ocurrencia es parte de la posibilidad que tenemos los humanos para crear, innovar, establecer nuevas rutas de hacer o deshacer; con ella nos abrimos espacio para el descubrimiento, a la vez que se instaura como una de esas maravillas que potencian nuestros sistemas cognitivo, volitivo y afectivo. Ella está, a diario, en el camino del aprendizaje de significados y de la formulación de explicaciones inéditas; ella es parte del aprendizaje cotidiano, representa la alegría del descubrimiento y la clarificación de dudas existenciales, mientras que en los distintos campos disciplinarios abre el camino a nuevos o renovados sentimientos y a explicaciones de fenómenos naturales y sociales.  

El reconocimiento del poder de la epifanía recorre el pleno desarrollo de la especie humana y de la potencialización de su capacidad de aprender, de solucionar problemas y de adaptación frente al cambiante mundo. Ese es un hecho que siempre reconocieron los humanos; por lo que ha estado en el lenguaje escrito desde las primeras civilizaciones, en la literatura, en el teatro, en las ciencias y en la religión. Así, el voquible «epifanía» se encuentra en el léxico de la antigua civilización griega con la palabra «epiphaneia», concebida como: «Una manifestación, aparición o revelación. La palabra viene del griego epipháneia, la cual se conforma del prefijo ‘epi’ que quiere decir por encima y el verbo ‘phaínein’, traducido como ‘mostrarse’ o ‘aparecer’… Se emplea con sentido filosófico para referirse a una profunda sensación de realización al comprender la esencia o naturaleza de las cosas». (https://rb.gy/g7hllg). Es así un fenómeno que en la forma de manifestación, de revelación, de aparición súbita permite clarificar la mente y también al alma en cuestiones vitales y trascendentales importantes.  

El vocablo epifanía no es de amplio uso en español, donde tiende a restringirse a una fiesta religiosa cristiana. Sin embargo, como lenguaje culto es de empleo más frecuente en otros idiomas, sin la connotación sagrada.  

Entre las comunidades cristianas se ha asociado epifanía con la festividad de los sabios de oriente (los Reyes Magos), pero se retrotrae a los tres momentos de epifanía en la vida de Jesucristo: la del bautismo del Señor (manifestación a los judíos), la de las bodas de Caná y la de los sabios de oriente.  

El bautismo por San Juan el Bautista es conocido como la manifestación de ser hijo del Dios Padre. Jesús en actitud humilde dijo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿tú vienes a mí?» (Mt 3,14). Se conoce como la manifestación a los judíos. En las bodas de Caná, Jesús reveló su gloria y sus discípulos, los apóstoles, creyeron en Él: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora. Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos». (Juan 2, 10 -11). 

La tercera epifanía fue la de los sabios de oriente, la cual se conoce como la manifestación de los paganos o «Epifanía de El Señor». La celebración religiosa rememora la llegada a Belén de quienes son mencionados en el Evangelio de San Mateo como:  «Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén». No eran tres, ni eran reyes, tampoco se conocieron sus nombres, el color de la piel o los modos de locomoción. La designación de «magos» en lenguaje de esos tiempos hacía referencia a sacerdotes, a personas sabias, no a los magos que conocemos hoy con sus ardides para entretener a los públicos. (https://rb.gy/epxxhvhttps://rb.gy/mgnhgd).  

En la celebración de la fiesta religiosa de la epifanía de los «Magos que venían de Oriente» se recuerda que Jesús se manifestó al mundo; tiene un significado especial en el sentido de que los seres sabios, los hombres de ciencias, llegan a reconocer a Jesús como Hijo de Dios; una manera de comunicar la unión de las ciencias con la fe y la superación de las diferencias entre ellas; fue ese un reconocimiento que se hizo frente al recién nacido Mesías Salvador. Representa esta epifanía la revelación de la presencia del Dios encarnado; es decir, de Jesús hecho hombre frente a la humanidad. Dios hecho hombre se revela a toda la humanidad por conducto de los seres sabios que, con sus conocimientos de astronomía, buscaban la iluminación y manifestación del supremo Dios. 

La «Epifanía del Señor» como celebración de una fiesta litúrgica  el 6 de enero data del siglo III de nuestra era, con una diferencia entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa; para la primera se conmemora la vista de los reyes magos o sabios de oriente, mientras que para la segunda la epifanía en esa fecha  se refiere a cuando: «Dios revela la procedencia divina de Jesús a través del Espíritu Santo durante el bautismo… cuando Dios se manifiesta ante los hombres como Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo». (https://rb.gy/qafp0t).  

En la fecha del 6 de enero se celebraban en la antigua Grecia cultos paganos en honor a Dionisio, deidad del vino y de las festividades; mientras que en Egipto, para esa misma fecha, se celebraba el nacimiento de Aión, dios del tiempo y de la eternidad. (https://rb.gy/phr7co).  

Se sabe que San Agustín (siglos cuarto y quinto) señaló que la visita de los «Sabios de Oriente» tuvo lugar 13 días después del nacimiento del Niño Jesús, o sea el 6 de enero en nuestro calendario; pero otros santos, como Eusebio de Cesárea y San Jerónimo (en el siglo IV) y San Epifanio (en el siglo VI), indicaron que los reyes magos alcanzaron a ver a Jesús antes de cumplir los dos años. (https://rb.gy/aay94q)  Esta última versión es más creíble por el hecho de que Herodes, según el Evangelio de San Mateo (2:16): «Cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos». Si el Niño Jesús hubiese tenido sólo 13 días de nacido, carece de sentido una sentencia a muerte de todos los menores de dos años. 

¡Oremos para que nuestro Dios divino nos llene de cotidianas y santas epifanías en 2022 y para que nos conduzca a un mundo donde viva y reine la paz!