25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contraplano: Una indagatoria que hizo historia

Por Orlando Cadavid Correa. 

En su sabroso libro “El humor en los tiempos de cólera”, el escritor Domingo Cárdenas Plata pone al lector a reír a mandíbula batiente en muchos episodios de la vida nacional. Para la muestra, este botón: 

“El 8 de octubre de 1943, el doctor Gilberto Álzate Avendaño fue sometido a indagatoria en Manizales, por el funcionario que tuvo a su cargo la investigación de los sucesos ocurridos con motivo de una huelga de choferes, de quienes era aquel apoderado y dirigente. 

El interrogatorio es el siguiente: –Sírvase decir su nombre y apellido completo: –Gilberto Álzate Avendaño. –El lugar de su nacimiento. –Nací en Manizales el 10 de octubre de 1910. –¿Quiénes son sus padres? –El General Marco Álzate y doña Nohemí Avendaño de Álzate. 

–¿Dónde hizo sus estudios? ¿Por cuánto tiempo? –Las primeras letras en el Colegio de Cristo. Las segundas, en el Instituto Universitario. Las terceras en la Universidad de Antioquia. Las últimas, solo. En varios planteles me expulsaron por ideas y prácticas subversivas. Fui un mal estudiante, en el sentido escolar del vocablo. Sin embargo, creo que he estudiado siempre. 

–¿Qué grado de instrucción tiene? –Soy bachiller y doctor. Todo el mundo lo es en este país, mientras no se demuestre lo contrario. En 1936 me dieron el diploma de profesional, que obtuve con una tesis pedante, sobre la historia de los gremios, empezando desde los judíos del Éxodo. Me fatigué cuando iba en los “collegia” romanos y en las gildas de la Edad Media. Por eso quedó trunca, inconclusa. Sin embargo, como citaba textos abstrusos y daba datos estadísticos sobre las finanzas de Egipto bajo los Lágidas, la junta de calificadores resolvió que era muy profunda. Por poco soy laureado de la facultad. Tengo algunos conocimientos, en su mayoría superfluos, que no me facilitan la vida, sino que me la complican. Más me debo a mí mismo. Puedo llamarme autodidacta, sin hipérbole. No me considero ilustrado, a pesar de mis alardes de erudito. Aspiro más bien a la cultura, que es algo más profundo. Cierta vez escribí que la cultura es lo que nos queda después de que olvidamos todo lo que aprendimos. Como ve el señor investigador, la definición es excelente. Me he quedado dudando si es mía o ajena. 

–¿Qué profesión tiene? –Ejerzo la abogacía. Podría asegurar que, con bastante competencia, pero no lo hago. No me gusta el oficio. No obstante, he trabajado con los mayores bríos, poniendo cuanto soy en el ejercicio profesional. Mi mayor anhelo es abandonar el foro, porque me impresiona morir leguleyo, con el alma prendida de un inciso. Tengo demasiada imaginación para consagrarme al Derecho, que exige dotes menores, crítica y dialéctica. El abogado no crea, no produce nada útil. Es una actividad parasitaria. Para sostener a uno de nosotros, muchos campesinos y obreros tienen que estar sudando plusvalía. 

–¿Tiene otras actividades? –Antes era escritor. Pero el recogimiento físico que sigue esa tarea me cansa. Ahora leo lo que escriben los demás. Es una disciplina de humildad y paciencia.  También fui político activo. Me derrotaron tantas veces, que resolví “hacer mutis por el foro”. Vinculado por mi nacimiento a las derechas, tuve cierta influencia en la política conservadora, durante mis mocedades turbulentas. Después fundé un partido, que no tuvo muchos prosélitos. Ahora no pertenezco a ninguna colectividad. Políticamente estoy batiendo un récord de permanencia en el aire. Voy solo. 

Obro por mi cuenta y riesgo. En lo que hago y en lo que digo no represeno más que mi “yo” inhiesto, una individualidad áspera, solitaria y orgullosa. 

–¿Qué bienes de fortuna posee? –Un modesto patrimonio de panllevar. Unas pequeñas propiedades urbanas y rurales, unas cuantas acciones bursátiles, muchos libros. Lo que más me interesa de todo es mi biblioteca particular. No tengo apuros económicos, pero mi fortuna es apenas una pobreza decente, la que llaman la “comedia medianeza”. Mi capital productivo lo llevo conmigo a todas partes; es esta cabeza que ve el señor investigador, de la que se me han caído el pelo y las ilusiones. Se trata de una máquina de hacer pensamientos, unos que se cambian por dinero, otros que no tienen precio. 

–¿Qué enfermedades ha tenido? –He sufrido sarampión, viruela, bronquitis y roséola en mi infancia, como todo niño que se respete. Durante la época de mis estudios universitarios me especialicé en tener “sumerge”, porque me parecía una enfermedad distinguida, propia de letrados, para excusar mis faltas a clase. Hace unos años me dieron las fiebres recurrentes por falta de aseo en un hotel de tierra caliente. Por lo demás, soy un hombre “alentado”, como dicen las gentes de mi tierra. Trabajo con energía, como con la convicción y duermo a pierna suelta. Espiritualmente tengo varias dolencias. Una de ellas es la “angustia cósmica”, que no importa a los médicos sino a los místicos, como Soren Kierkegaard, doctor estético. No me he puesto de acuerdo sobre si ella procede o no del pecado original”. 

Nota: La continuación de esta indagatoria al doctor Álzate Avendaño seguirá en las próximas entregas de los Contraplanos previstas para los siguientes domingos 25 de julio, 01 de agosto y 08 de agosto.