18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contraplano: Los publicistas del pasado

Por Orlando Cadavid Correa

En los primeros años del siglo pasado, cuando la incipiente actividad aseguradora todavía no daba ministros para el manejo de la guerra, ni impulsaba grandes conglomerados empresariales, la publicidad colombiana también estaba en pañales.  

Aún no había saltado a la palestra el gran pionero don Aquileo Sierra, fundador de Propaganda “Éxito”, la primera agencia de publicidad que hubo en el país, ni salido a escena aquella generación de ingeniosos maestros sin tablero, integrada, entre otros, por Darío Uribe Aristizábal, de “Tea”; Luis Lalinde Botero, de “Época”; Jesús López, de “Ultra”; Pacho Robles Echavarría, de “Par”; Agustín Jaramillo Londoño, de “AJL”, y don Michel Arnau y Compañía, para demostrarles a las generaciones de entonces que “anunciar es vender” o que “la publicidad no es un gasto, sino una inversión”.  Sin embargo, por esas calendas aparecían en la bucólica Villa de la Candelaria unos redactores de propagandas, salidos de no se sabe dónde, que no eran propiamente “unos tigres en protección”, sino unos leones para poner entre la espada y la pared al jefe del hogar y generar pleitos entre marido y mujer.  

Avisos francamente tremendistas y de tan macabro tenor, como el que nos permitimos transcribir, solían aparecer en los diarios locales que las atemorizadas amas de casa dejaban adrede a la vista de sus esposos en la mesa del comedor, unas veces, para malograrles el apetito, o en la mesa de noche, en otras, así se les espantara el sueño:  

“Suplicamos a usted, señora, que esta noche le haga las siguientes preguntas a su esposo:  

1a.  De lo que tú ganas mensualmente, ¿cuánto seguiré yo recibiendo si llegaras a morir este año?  

2a. ¿Será suficiente la renta de tu capital para que yo pueda seguir viviendo con los niños, tan cómodamente como tú deseas?  

3a. ¿Están tus negocios arreglados de tal manera que yo pueda disponer de fondos inmediatos al faltar tú?  

4a.  Si no puedes pagar la prima de una póliza de seguro, ¿cómo podré yo sostenerme después?  

5a.  Cuando tú haces algún viaje siempre acostumbras dejar dinero para que nada falte durante tu ausencia. ¿Por qué no te preparas para el viaje que forzosamente tienes que hacer y del que nunca volverás?  

6a. ¿Crees tú que falto a mis deberes de esposa al llamarte la atención sobre esto, antes de que sea demasiado tarde?”.  

Los propagandistas de la Compañía Colombiana de Seguros, firma que disputaba el mercado con la Pan- American, empleaban un lenguaje menos catastrófico para ofrecer sus servicios a los antioqueños de comienzos del siglo que ya pasó, sin poner a las esposas como instrumento de presión.  Veamos:  

“Usted necesita una garantía.  Usted está a merced de lo imprevisto, y por lo tanto, un siniestro, un incendio, por ejemplo, puede consumir en pocos minutos lo que le ha costado a usted toda una vida de trabajo laborioso, de incontables esfuerzos y de grandes sacrificios.  Usted debe velar por el porvenir de los suyos.  Está moralmente obligado a ello. ¿Quiere usted saber cómo puede ampararse contra cualquier siniestro, evento o revés de fortuna?  Asegurando su vida, sus propiedades, las mercancías que transporta o sus empleados y obreros de sus fábricas o empresas en la Cía. Colombiana de Seguros. Oficinas: Calle Colombia, número 204. Teléfono 5-4-6”.  

La apostilla: Alguna vez conocimos en Medellín a un matrimonio tan sui géneris, que vivía entre la vida y la muerte: su residencia estaba entre la clínica León XIII y el cementerio de San Pedro, y mientras él se dedicaba a la venta de seguros de vida, ella negociaba lotes y tumbas en un jardín cementerio de la ciudad.