20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contraplano: La última foto de Winston Cabrera

Por Orlando Cadavid Correa 

Todero infatigable, Winston Cabrera se paseó de lo más  campante por todos los oficios que le apasionaron. Nos consta que en el que más se sintió a gusto fue en el periodismo, que amó con devoción de quinceañero.

De muy temprana edad, cerca de los 3 años, fue traído a Manizales desde Pasto, donde nació el 21 de enero de 1951, por sus padres, oriundos del sureño departamento de Nariño.

Estuvo casado durante 31 años con Clara Inés Cardona Trujillo, a la que llamaba amorosamente “La Maga”, nutricionista de profesión y funcionaria del ICBF regional Caldas, con quien procreó 2 hijos: Santiago, de 26 años, arquitecto, y Ana María, de 20, estudiante de Derecho, profesión que a Winston le apasionaba y de la cual alcanzó a estudiar 6 semestres, mientras se desempeñaba como auxiliar del fiscal Gustavo Castaño Abad en la época en que existía la institución del jurado de conciencia, en el antiguo sistema penal. Por las mismas calendas fue auxiliar del fiscal Pablo Hoyos Mejía y en algún momento estuvo como fiscal encargado. El derecho penal le apasionaba y lamentaba no haber terminado esa carrera.

“Don Washington” (como lo apodábamos  nosotros) falleció el pasado domingo a las 5 y 40 de la tarde en la Clínica Versalles, adonde fue trasladado luego de sufrir un accidente cerebro- vascular en su apartamento. Previamente, estuvo sometido a un tratamiento médico a causa de una afección renal, dolencia que provocó su hospitalización en varias oportunidades.

En la clínica lo alcanzaron a despedir su esposa y sus hijos. No se lo llevó el invisible coronavirus.
Ya retirado de las actividades reporteriles, musicales, judiciales y de defensa del medio ambiente, sin haber logrado pensionarse, se dedicó al transporte público hasta hace poco tiempo. El amigo entrañable hizo clic en su cámara por última vez, ya septuagenario.

La bibliotecóloga Elsie Duque de Ramírez recuerda el apego de Cabrera a la literatura. Fue cliente  asiduo de la biblioteca del Colombo-americano en busca de libros que devoraba con fruición en su casa y devolvía puntualmente al Centro.

La ciencia vulcanológica le llamó poderosamente la atención antes, durante y después de la terrible erupción del Volcán Arenas del Nevado del Ruíz, episodio del que armó un espléndido álbum fotográfico que nos obsequió generosamente al cumplirse el primer año de la catástrofe que él y yo cubrimos para el diario El Tiempo.

Durante varios años Cabrera prestó también sus servicios fotográficos a La Patria, a la revista Eje XXI y al quincenario La Verdad. Al convertirse Eje 21 en diario virtual,  siguió colaborando en su contenido gráfico.

El amigo que se fue se destacó igualmente como un ferviente defensor del medio ambiente. Por sus conocimientos en este tema fue llamado a ocupar asiento en el Consejo Asesor de Corpocaldas e hizo parte del grupo de defensores de la reserva forestal de Rioblanco. Cuando Rubén Darío Barco se desempeñó como director de Corpocaldas, Winston se convirtió en su más fuerte crítico. Lo denunció ante la Procuraduría por favorecer a los constructores en la aprobación de licencias para construir en terrenos que debían ser protegidos por el Estado.

El escritor José Miguel Álzate dijo que con su muerte se marchó no sólo un amigo, sino un hombre con sensibilidad artística. Muchas de sus fotografías sobre Manizales tienen esa dimensión.

La apostilla: Así como el maestro de la fotografía Carlos Sarmiento contó en vida con tres patrias, la ecuatoriana, la colombiana y la de los Restrepos, su colega de oficio, Winston Cabrera, tuvo dos patrias chicas, la pastusa y la manizaleña. ¡Descanse en paz, querido “Don Washington”!