28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Sobre la ampliación de períodos

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

Seguramente abstraídos en los procesos penales de moda, el muy ventilado y tramitado en medios del doctor Álvaro Uribe y el sorprendente, inexplicable y doloroso del gobernador Aníbal Gaviria, la opinión pública poco ha tenido la ocasión de preocuparse por la propuesta existente de ampliar los períodos del presidente, vicepresidente y congresistas para equipararlos con los períodos de alcaldes, gobernadores, concejales y diputados. 

La propuesta fue inicialmente expresada por el señor Gilberto Toro, eterno director ejecutivo de la Federación Colombiana de Municipios y preclaro seguidor del doctor Fabio Valencia Cossio. La idea pareció quedar en el ostracismo y la pandemia, las vacunas y el proceso del doctor Uribe se encargaron, aparentemente, de enviarla al cuarto de San Alejo. Nada más distante de la realidad, algunos funcionarios del Gobierno se vienen moviendo en silencio y con destreza para lograr la concreción de la misma y pareciera ser que Gilberto Toro, apenas fue el ventrílocuo que la expresó en público. Se considera que de fondo existe todo un entramado para que la propuesta se vuelva realidad. El Gobierno supone tener varios caminos allanados. Desde hace dos años emprendió una misión persistente y silenciosa: construir mayorías en la Corte 

Constitucional para lograr sus propósitos y este parece ser hoy, el supremo de ellos. 

A simple vista parece expedito el camino. Una reforma constitucional de este tenor es fácil tramitar con un Congreso interesado igualmente en beneficiarse de semejante despropósito y una Corte de mayorías cercana al ejecutivo. 

Cuando afirmo que a simple vista el camino está expedito es porque creo existen escollos sumamente complicados de vencer: La opinión y concepto de los eruditos en temas constitucionales, que consideran que esta sería una reforma abiertamente inconstitucional porque allí el constituyente secundario, que para el caso es el Congreso, está sustituyendo la Constitución y esta es una función exclusiva de una asamblea constituyente o constitucional. 

Otra dificultad sería enfrentar a una opinión pública mayoritariamente enemistada y crítica con el Gobierno, como lo demuestran todas las encuestas sobre el tema, realizadas en los últimos meses. 

Finalmente creería que la comunidad internacional no miraría bien que presidente y congresistas pretendan ampliarse los períodos por dos años más, amparados en sofismas traídos de los cabellos como el de la pandemia, cuando Estados Unidos, Ecuador y Bolivia, para citar unos ejemplos cercanos, realizaron elecciones en lo más duro de la crisis de salud. 

Pero existen más razones de fondo. La idea de separar las elecciones presidenciales de las de Congreso y estas de las de alcaldes, gobernadores, concejales y diputados, fue una inteligente decisión de la Asamblea Constituyente para evitar que la elección del primer mandatario quedara amarrada a pactos políticos y de coyuntura electoral o que fuera el resultado de puro clientelismo. Volver a estas reglas ya superadas es a no dudarlo, violentar un aspecto sustancial de nuestra Carta, que solamente puede reformarse mediante Asamblea Constituyente y que no lo puede hacer el Congreso. Leer un poco sobre lo que significa la sustitución constitucional, le convendría a nuestros gobernantes y congresistas. 

¿Primará la sensatez o la ambición? En los próximos meses lo sabremos.