24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: ¿Podemos hablar de ganadores y perdedores?

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez

Los supuestos o reales organizadores de las recientes movilizaciones populares en Colombia, han puesto fin a las mismas, al menos por ahora. A no dudarlo fueron marchas nutridas, con jóvenes llenos de convicción y decididos a promover un gran cambio en las instituciones y en las costumbres políticas. Fue un aire fresco que no lograron desvirtuar los hechos violentos, repudiables desde donde se mire. Movilizaciones que le están permitiendo tomar conciencia a la juventud de la patria.  

Grandes lecciones dejó el levantamiento, que de seguro serán, por ahora, poco atendidas por la clase dirigente y empresarial. Fue una campanada de alerta, que busca enmendar muchas injusticias y una gran inequidad y falta de oportunidades para un número considerable de compatriotas. El campanazo ha sido fuerte y contundente, que seguramente será omitido o relegado al olvido. Un segundo estallido será de consecuencias imprevisibles.  

Reconozco que enumerar ganadores o perdedores en esta parte de la historia nacional, no es fácil y resulta a todas luces un ejercicio subjetivo, muy propio de quien lo realiza, pero lo intentaré. 

Creo sinceramente que los únicos ganadores con las movilizaciones fueron los jóvenes que protestaron en paz, con alegría y mucha seguridad. Masivamente salieron a demostrar su inconformidad con el estado de cosas que vive el país.  Consolidaron una fuerza respetable que seguramente se hará sentir en los certámenes electorales del año venidero. Cambiaron o le hicieron cambiar al pueblo muchos conceptos u opiniones que parecían inamovibles. Derrumbaron ídolos de barro que la política había inflado hasta convertirlos en semidioses todopoderosos. En síntesis, sentaron las bases de una gran transformación social y política. No creo que sean de poca monta los cambios que se imponen para el futuro. 

En el bando de quienes perdieron son varias las figuras que sobresalen: El Gobierno fue incapaz de sintonizar el malestar y de contrarrestarlo rápidamente. La gobernabilidad y la capacidad de maniobra la tienen ostensiblemente reducida. Fue gris y sin liderazgo. Su imagen, la del partido de Gobierno y la del líder del mismo, quedaron reducidas a su mínima expresión. Quisieron ganar tiempo a costa de su propio prestigio, del debilitamiento de la economía y del destrozo de bienes públicos y privados. Internacionalmente quedó el nombre de Colombia muy maltrecho por culpa de los excesos de la fuerza pública y de los civiles que en algunos casos los acompañaron. 

Los partidos políticos, el Congreso y la mayoría del empresariado, son otros grandes derrotados con las movilizaciones. Torpes decisiones, ausencia de liderazgo, nula sintonía con el pueblo. Parecían extraterrestres en un planeta que no conocían. La juventud ya no cree en ellos y eso es grave en una democracia de partidos. Quedan los partidos llamados alternativos para recoger a esa juventud inconforme y rebelde, pero no se pueden equivocar o hacer lo mismo de los otros. 

Doloroso es reconocerlo, pero también perdió la fuerza pública, especialmente la policía. Se derrumbó su imagen. Los hechos violentos que algunas de sus unidades realizaron no son justificables. Las fuerzas del orden no se pueden equiparar a los violentos y delincuentes. Ellos representan la legitimidad del Estado. 

Perdieron los vándalos que destruyeron lo que tanto nos ha costado edificar. Sus actos, tristemente, justifican la represión y deslegitiman las luchas sociales.  

Todas estas derrotas, sin valorar el impacto de las marchas sobre la expansión desbocada de la pandemia. 

¿Aprenderemos la lección?