13 mayo, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: ¿Mezquindad? ¿Vergajada? 

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Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez (Foto). 

Cuando vi la carta de Álvaro Leiva, dirigida al presidente de la República, tuve la impresión de que se trataba de un documento falso (fake news, que llaman). Luego, con asombro, me entero de que era un documento real y que los medios de comunicación hacían fiesta con el mismo. 

Un personaje que estuvo cerca al presidente, que fue canciller de la República, que llevó la representación colombiana por el mundo, debió actuar con la madurez que su edad y su experiencia esperaban de él. Enviar un escrito cargado de insinuaciones morbosas, de chismes de alcoba, de suposiciones, es de una mezquindad infinita. La pequeñez de quien está pasando una cuenta de cobro. La ruindad de un ser despreciable. Leiva debió renunciar a la cancillería si directamente se enteró de lo que sugirió y debió ponerlo en conocimiento de autoridades competentes.

Guardar silencio mientras recibía venias y gozaba de las canonjías del poder, para luego salir como “volador sin palo” cuando prescinden de sus servicios, es la demostración de lo bajo del ser humano que es el personaje.  

Tiene imaginaciones tan absurdas la carta de Leiva, que pareciera haber presenciado hechos sucedidos en camas nupciales o haber oficiado de celestina. ¡Vergüenza! 

Y a todas éstas, la pobreza de la oposición es inmarcesible: Atraparon el tema como el niño que se topa un bombón. Están ensimismados difundiéndolo, ampliándolo y recreándolo. Obvio, el chisme es otro de nuestros deportes favoritos. En Colombia, de casi todos nuestros presidentes se han sugerido pecados entre veniales y graves, pero nunca han tenido la difusión enfermiza de lo que hoy está sucediendo. Los grandes medios de comunicación, voceros permanentes de la oposición, parecieran disfrutar del plato servido. 

El debate político en Colombia está adquiriendo unos niveles de bajeza y ruindad que hablan más mal de quienes participan en ellos que de los supuestamente implicados. La preocupación hoy es si la esposa del presidente vive en la Casa de Nariño o están separados, si ella baila bien o mal en eventos públicos, si los hijos de Petro viven en Colombia o en el exterior, cuáles son los gustos amatorios del presidente, dónde durmió Petro y con quién. En fin, la farándula por encima de las ideas y la controversia sobre las mismas. Un debate de una pobreza franciscana inconmensurable, rayana en la ridiculez.  

Al fallecido dirigente político Luis Guillermo Vélez Trujillo le escuché alguna vez una frase demoledora que se puede aplicar hoy a tanto Catón o censor severo: “Penetré a la conciencia de un hombre justo y salí horrorizado”. Sin comentarios.  

En Colombia nos solazamos con temas de farándula, mientras las grandes transformaciones que reclama el país pasan a un tercer plano y no parecen interesar a nuestra clase dirigente. ¡Pobre Patria!