Por Ramón Elejalde Arbeláez
Los lamentables episodios del pasado jueves, cuando en un partido de fútbol entre Atlético Nacional y Junior de Barranquilla, a la altura del minuto 54, se tuvo que suspender el partido por disturbios en la tribuna occidental del estadio Atanasio Girardot de Medellín y cuando el equipo antioqueño ganaba por dos goles a cero al equipo de la costa atlántica. Los violentos hechos arrojaron un total de 20 civiles y un policía heridos, algunos de gravedad.
Los acontecimientos se originan cuando un grupo pequeño de hinchas del Junior, cambian de tribuna para atacar a unos seguidores del Atlético Nacional y despojarlos de una pancarta alusiva a su equipo o a su barra. Cotidiano se ha vuelto en el fútbol atacar barras contrarias para despojarlas de sus banderas y sus emblemas o “trapos” que llaman. Los “junioristas” emprenden sus ataques con palos y armas cortopunzantes (algunos) y en defensa de los agredidos llegan refuerzos de otras barras y otras tribunas, seguramente más agresivos y también provistos de buen equipamiento de navajas, cuchillos y palos. Los tiburones emprenden, sin éxito, las de Villadiego. Comienzan las agresiones a puño, puntapié y con las armas de los confrontados y se llega a la escabrosa práctica de lanzar de una tribuna a otra a algunos hinchas. ¡La vergüenza! La trifulca se traslada a las afueras del estadio y a la cancha, lugar donde tres jugadores del Junior van a rescatar un seguidor de su equipo que era virtualmente masacrado a puntapié. El árbitro se vio precisado a suspender el partido por falta de garantías.
Hace algunos años dejé de ir a fútbol por estos actos de violencia. Es un deporte que vivo con gusto y pasión, pero con profundo respeto por quienes tienen gustos diferentes al mío (les va mejor que a mí), pero cuando asistía a estos eventos deportivos y los partidos eran de los denominados de alto riesgo, el ingreso al estadio implicaba pasar por tres anillos de seguridad, donde los asistentes éramos sometidos a una rigurosa requisa y todo objeto peligroso, era decomisado. Contaron los asistentes al estadio del partido Nacional-Junior que estas requisas no se dieron y lo que es peor, posteriormente se conocieron recriminaciones entre policía y logística del equipo anfitrión, por la responsabilidad para realizarlas. No cabe duda: esta es una función policial. No se concibe pues, la existencia de tanta arma cortopunzante en el estadio el día de tan bochornoso suceso. Las autoridades policiales nos deben una explicación.
Otra falla logística. Permitir el ingreso de una barra del equipo visitante y más a una tribuna sin la suficiente y robusta separación con otras tribunas. En estos partidos de alto riesgo es mejor no permitir el ingreso de barras extranjeras para que la ciudad y el equipo local se eviten dolores de cabeza y si se les autoriza que sea a una tribuna reforzada para que no puedan cambiar fácilmente de lugar. Allí la vigilancia policial debe ser masiva.
Exprofeso dejo para el final comentar la celebración del gol que hizo el futbolista del Atlético Nacional Marino Hinestroza Angulo y que algunos señalan como la actuación que provocó los penosos acontecimientos del Atanasio Girardot. Nada que ver. El Heraldo, periódico barranquillero, en su columna Rincón Juniorista afirma: “Aunque está claro que eso no fue lo que provocó el fuerte enfrentamiento que se armó en la tribuna occidental entre barras de Junior y Nacional, luego del segundo gol del equipo antioqueño…”. Es claro y contundente. El jugador celebró muy lejos de la barra del Junior y ésta no pudo apreciar con plenitud el gesto del futbolista, pero, además, es una celebración que considero normal y que no debe provocar violencia. Es el festejo de un hombre joven (22 añitos) que está comenzando a triunfar.
Lo sucedido esta semana en el estadio debe dejarle muchas lecciones a la policía nacional, a las autoridades de Medellín, a todos los equipos de fútbol, a la Dimayor, a la Federación de Fútbol y a nosotros los ciudadanos. Estamos matando el fútbol, un deporte que nos da abundante alegría y satisfacción.
Más historias
Las verdades de Javier Darío Restrepo
Con prevención y pedagogía, intervenido el corredor de Metroplús en Manrique
Más ruindades en el gobierno Petro