24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Llegó la vacuna tributaria

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez

Esta semana que finaliza, el señor Alberto Carrasquilla radicó la reforma tributaria, que el Gobierno ha resuelto darle un nombre demasiado rimbombante, con lo que no logrará alejar la oleada de críticas que la misma ha originado por torpe e inoportuna. No insistiré en hablar de que se trata de un golpe a la clase media y a algunos que generan riqueza y empleo. Eso de sobra está claro en la opinión pública. 

Sacar semejante reforma en el Congreso le quedará al Gobierno harto difícil, salvo que incremente las dosis de mermelada que para estos casos se suele utilizar. Ya los jefes de los partidos Liberal y Cambio Radical, César Gaviria y Germán Vargas, han anunciado su total rechazo a la iniciativa, los demás partidos guardan silencio, salvo el Centro Democrático, partido de Gobierno, que la apoya y promete suprimir lo que seguramente pusieron allí como rubros de negociación, para que los amigos presuman ante el pueblo, como salvadores. 

En pleno pico de la pandemia, en medio de muertos, enfermos, saturación de hospitales, pobreza, desempleo, hambre en muchos sectores de la sociedad, buscar recaudar 7,3 billones de pesos en IVA, 17 billones de pesos por renta en personas naturales y 3.7 billones de pesos en renta a las empresas es un absoluto despropósito. Hasta el club de privilegiados que es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –OCDE- ve poco claro el momento político para emprender una reforma de este talante, “Se ve poco espacio para que el Gobierno colombiano pueda sacar adelante reformas estructurales, que considera necesarias, debido a la proximidad de las elecciones legislativas y presidenciales de 2022”. 

Trae la propuesta un catálogo de incomprensibles ideas, que uno, seguramente mal pensado que es, cree que tienen por objeto, algunas de ellas, utilizarlas como cartuchos al aire o globos de ensayo, para permitirles al Congreso y a los partidos que apoyen la reforma, retirar esos absurdos y así sacar lo que el Gobierno busca. Nada difícil, eso se estila. Veamos algunas de esas brillantes iniciativas gubernamentales: 

Propone gravar con IVA a los servicios públicos, entre ellos el agua, para estratos cuatro, cinco y seis. Lo imperdonable es que no existe aumento del mismo impuesto para las bebidas azucaradas. Pretende gravar la canasta familiar, el diario La República dice: “La reforma tributaria pretendería ampliar la canasta gravada de 53 % a 60 %. Para ello, varios productos y servicios que hoy en día cuentan con una tarifa de 5 % pasarían a la general de 19 %, entre ellos, el azúcar y los productos cárnicos como los embutidos”. El umbral para declarar renta se aplicará a partir de quienes reciben mensualmente 2.4 millones de pesos. Las pensiones iguales o superiores a 4.8 millones de pesos serán gravadas y sobre ellas procederá la retención en la fuente. El internet y los servicios funerarios y de cremación pagarán un IVA del 19 %. Los profesionales independientes tendrán que soportar un aumento en sus impuestos y las retenciones llegarán hasta un 20 %. Los teléfonos móviles y los computadores serán objeto del gravamen del IVA. La gasolina y el ACPM recibirán una sobretasa que encarecerá más su valor.  

La reforma también desmonta algunos impuestos a los más ricos, por ejemplo, a los accionistas cuando reciben dividendos inferiores a 29 millones de pesos. Tampoco habrá sobretasa para los bancos, tal vez los más favorecidos con todas las reformas tributarias que en Colombia han sido y los que reciben las más frondosas utilidades. 

Reafirmo lo que hace ocho días escribí. No existe necesidad de una reforma tributaria, basta con adelgazar el robustísimo aparato del Estado, impedir la corrupción y terminar con tantos privilegios y exenciones a los más poderosos. 

Tiene algo positivo la reforma, aligerará y facilitará la alternancia en el poder, tan útil a las democracias.