28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: En tiempos de crisis, abundan los desconectados

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez

La inédita crisis que enfrenta Colombia ha dejado al descubierto una realidad más preocupante. La clase dirigente totalmente desconectada de la realidad que se vive en la calle. Ni el Gobierno, ni los partidos políticos, ni los dirigentes empresariales, ni el Congreso, ni los grandes medios de comunicación han oteado y discernido sobre el fondo y el tratamiento al inconformismo de la juventud. Tenemos una juventud ávida de oportunidades en educación, vivienda, salud, empleo y movilidad social y lo único que ofrecemos es represión, fuerza y bala. Miles de jóvenes se fatigaron de esperar las múltiples y reiteradas promesas de un mañana mejor, hasta que explotaron. Obvio, detrás de ese malestar están pescando los oportunistas. Seguramente existen, agazapados entre las marchas, vándalos que tienen su agenda política y vieron en ellas la oportunidad de generar anarquía y destrucción. 

El Gobierno se percibe dubitativo, dedicado a dilatar y no a solucionar, a la defensiva y sin liderazgo. Dejó crecer el problema cuando en sus inicios tenía capacidad de maniobra. Hoy no le queda sino la represión y un terrible desgaste en imagen ante la opinión pública, reflejada en todas las encuestas. Su gobernabilidad se torna más deficitaria y las soluciones no se ven a corto plazo.  

El Congreso, órgano por naturaleza muy vituperado desde tiempos inmemoriales, es otro que camina sin horizonte y sus integrantes enredados en las “ayudas” del ejecutivo, para enfrentar unas elecciones que les pasará una arrolladora cuenta de cobro. Un Congreso distante, conducta magnificada por sus sesiones virtuales. Un Congreso que olvidó una de sus funciones fundamentales: el control político. Un Congreso que actúa por el tamaño de las prebendas recibidas y no por el sustento ideológico de sus integrantes, un actor empequeñecido por sus propias torpezas y debilidades.  

Los partidos políticos son otros actores totalmente desconectados de la realidad nacional. Sin liderazgo frente a sus militantes, desconocidos por sus congresistas, dedicados a recibir las migajas del poder y embelesados aceitando sus maquinarias para el próximo año. Eso sí, lejos del que protesta, ausente del inconforme, distante de la juventud y la clase obrera. Partidos sin sustento ideológico, sin propuestas, que no son opción de poder alguna. Nuestra democracia es una democracia sustentada en los partidos políticos y si estos no existen, languidece la misma. Dramático lo que todas las encuestas dejan al descubierto, partidos políticos sin sustento popular. Basta un ejemplo, el campeón de la favorabilidad entre la opinión pública desde hace más de diez y ocho años, el doctor Álvaro Uribe, de quien todos sus amigos se ufanaban del teflón que lo protegía, es hoy uno de los campeones en desfavorabilidad. No es el único, pocos escapan a esta patética realidad. 

La clase empresarial, con pocas excepciones, vive la misma realidad amarga del Gobierno, del Congreso, de los grandes medios y de los partidos políticos. Pocos han entendido que tendrán que hacer sacrificios para disminuir los alarmantes índices de inequidad que existe en Colombia.  

Los grandes medios de comunicación, puestos al servicio de la manipulación contra los jóvenes, se empequeñecen a cada instante frente a los medios internacionales, los alternativos y a las redes sociales. Ya ni son atendidos, pues la verdad es buscada en otras fuentes, donde realmente está.  

Puede suceder que a represión y a fuerza acallen la protesta, pero llegará el inexorable momento en el cual hablarán las urnas y su dictamen será inapelable. La gente está “emberracada” y quiere soluciones, no más promesas. Bien ha descrito el momento el estratega político Miguel Jaramillo Luján: “El político que no cambie será muy difícil que pueda sobrevivir a la turbulencia actual” y pocos, muy pocos, lo están haciendo.