23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: El partido liberal de mal en peor

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

Ha iniciado el partido Liberal su proceso para escoger directorios municipales, departamentales y Dirección Nacional. Según los estatutos es un proceso democrático que requiere de la participación de sus militantes y proceder así es un compromiso estatutario que obliga a su cumplimiento por las autoridades electorales del Estado. 

Las directivas municipales y departamentales del liberalismo no son más que autoridades de papel, sin ninguna responsabilidad ni atribución. En el período que termina fui elegido integrante de la directiva de Antioquia y la verdad es que nunca, léase bien, nunca hicimos una reunión así fuera para instalarnos. La participación de estos colectivos en la selección de candidatos a las alcaldías, los concejos, las gobernaciones y las asambleas es absolutamente desconocida. En los años recientes se ha venido imponiendo que la entrega de avales por parte de la Dirección Nacional sea a instancias del parlamentario de mayor votación en cada municipio. En plata blanca, la autoridad municipal es el congresista con mayoría de votos y no el directorio de la localidad. En lo departamental sucede algo semejante, son los parlamentarios los que disponen el rumbo y los candidatos a presentar, en conjunción con quien oficie de mandamás en lo nacional. En estos procesos, como se puede observar, los directorios locales y regionales no son más que meros espectadores. 

Así las cosas, el proceso electoral que inició el liberalismo no pasa de ser una tomadura de pelo más a su leal militancia. Más fácil le queda a la Dirección Nacional disponer que en cada municipio la directiva única sea el parlamentario con mayor votación y así legalizamos la monarquía que es hoy el partido liberal. Un monarca disponiendo de la humano y lo divino para la colectividad desde la casa de la Caracas o su personal vivienda, con familiares herederos que son los mensajeros ante el Gobierno y los congresistas y unos príncipes y barones que todo lo pueden dentro del partido, ordenando en regiones y localidades. Nos podemos ahorrar esa farsa en la cual estamos inmersos, para hacer creer que somos una colectividad democrática, moderna y cumplidora de la ley y de sus normas estatutarias.  

El torpe y equivocado manejo que ha venido recibiendo el liberalismo desde el famoso proceso ocho mil, lo tiene convertido en una montonera más. Al partido le falta liderazgo, ideas, coherencia con su ideología y respeto a sus principios fundacionales. Un ejemplo nos ilustra: en pocos días pasó el liberalismo de ser socio electoral de la derecha colombiana a acompañar desde el Gobierno a Gustavo Petro. Esa pirueta es capaz de descaderar a cualquier ser humano. Es un partido que sin vergüenza alguna se recorre el espectro ideológico de la derecha a la izquierda y viceversa. No parece tener ubicación seria en materia ideológica y parece más moverse al vaivén de las situaciones emocionales de su jefe de coyuntura, que al respeto a sus principios e ideas. No me cabe la menor duda que la convocatoria a elecciones de directivos en el liberalismo es una aspirina para tratar un cáncer agresivo y avanzado.  

Consecuente con lo anterior, es apenas obvio que aspiro a que mi nombre no figure en nada dentro de este proceso liberal.