Por Ramón Elejalde Arbeláez
De un lado el Gobierno abre las posibilidades de convocar a una asamblea constituyente, así sea para que se reúna durante el próximo mandato y es Juan Fernando Cristo, nuevo Min-interior, el encargado de concretar la idea que ya vagamente venía promoviendo el presidente Gustavo Petro. De otro lado, el gobernador de Antioquia inscribe y legitima ante las autoridades electorales, su propuesta de un referendo para la obtención de autonomía fiscal para departamentos y municipios. Ni lo uno, ni lo otro, son en este momento prioridades nacionales. Un país requiriendo un fuerte “timonazo” a su economía, consolidación de la paz, mejoramiento de su seguridad, combate al narcotráfico, a la corrupción, a la pobreza y a las desigualdades existentes, no puede darse el lujo de desorientar su atención con algo que no lo está requiriendo el pueblo, salvo que se trate de distractores para despistar a la opinión de las gentes o de apoyos a futuras aspiraciones electorales, que no descarto como motivación.
Hace algún tiempo realicé un estudio sobre la estabilidad y permanencia en el tiempo de las normas constitucionales en varios países y obtuve como contundente respuesta que, en los Estados del primer mundo, los industrializados, los económicamente poderosos, no reformaban su constitución con frecuencia y estas son normas estables y llamadas a perdurar. Contrario sensu, pude advertir que los países más pobres, los llamados del tercer mundo, acudían con frecuencia a reformar sus normas constitucionales, creo es parte de su situación de subdesarrollo. Para corroborar el dicho me vale un ejemplo: Estados Unidos expidió su constitución en el año de 1787, constitución que aún sigue vigente y que ha recibido escasas veintisiete enmiendas, la última en 1992. En contraposición podemos citar a Colombia, que la Constitución de 1886 estuvo vigente hasta el año de 1991 y que presentó setenta u cuatro (74) reformas. La actual Constitución, expedida en 1991, es decir, hace 33 años, lleva la no despreciable suma de sesenta y dos (62) enmiendas, cinco (5) de ellas declaradas inconstitucionales por vicios de forma. Yo he afirmado, en mi salón de clases, que en Colombia tenemos tres deportes nacionales: el fútbol, el ciclismo y las reformas constitucionales. El reconocido profesor David Suárez Tamayo, afirma que amen de los anteriores, también son deportes nacionales el chisme y los reinados.
El tratadista Hernando Valencia Villa, en su obra Cartas de Batalla, ha insistido que en Colombia las reformas constitucionales no son más que un distractor al pueblo para no enfrentar las reformas y cambios que el Estado y el pueblo verdaderamente necesita o para ocultar las verdaderas discusiones de país. No le falta la razón.
El referendo del gobernador de Antioquia es otro embeleco sin razón alguna. Pide autonomía y el término no es aclarado a la opinión nacional. ¿Queremos una autonomía similar a la que existe en España? ¿Queremos una autonomía distinta? Eso de la autonomía dicha en términos genéricos, no pasa de ser un gancho para pescar incautos. La verdad es que la propuesta del gobernador pierde piso con la reforma constitucional (otra), que actualmente tramita el Congreso (Proyecto de acto legislativo 018/2024S y 437/2024 Cámara) y que reforma los artículos 356 y 357 de la Constitución, recuperando para los municipios el porcentaje del 47 % que de los ingresos corrientes de la Nación como originalmente lo concibió el constituyente de 1991 y que injustamente fueron reformados en los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. El proyecto citado tiene un gran respaldo parlamentario y el apoyo del Gobierno, lo que garantiza su aprobación en el período que se inicia el próximo 20 de los corrientes, pues ya hizo trámite en la primera vuelta.
Más justo con los municipios colombianos el acto legislativo que se tramita con éxito actualmente en el Congreso, que la propuesta del gobernador que solamente busca fortalecer a los departamentos.
La propuesta de la constituyente es un verdadero salto al vacío, que nadie sabe dónde puede terminar y el referendo del gobernador de Antioquia es inútil, desgastante y costoso, que más parece tener proyecciones electorales a futuro.
Como dice el cómico mexicano, “Todos estamos locos, Lucas”.
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