19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Cóndores no cumplen 50 todos los días

@eljodario  

Por John Saldarriaga (foto) 

saldaletra@gmail.com  

Cóndores no entierran todos los días, de Gustavo Álvarez Gardeazábal, es un viaje a la realidad a bordo de la nave de la ficción.  

Su primera edición apareció un 27 de agosto, hace 50 años. Creo no equivocarme al señalar que La Violencia, sucedida oficialmente entre finales del decenio de 1940 y finales del siguiente y caracterizada por la guerra enconada entre conservadores y liberales, la entendemos más claramente por Cóndores… que por los libros de historia.  

Parece que el personaje narrador fuera un tulueño común y corriente. Incluso se diría, un chismoso sentado en el Happy Bar (“¡Ah…! también dijo Poncho cuando lo vio en la puerta de su casa. Don León, cuánto gusto, dizque alcanzó a decir, dice doña Midita de Acosta en una de sus recitaciones lunares, porque a ella se lo contó Magola Jaramillo, que vivía al frente y desde la ventana de su casa lo vio todo” —pág. 47 edición conmemorativa, Ediciones Unaula, y así todo el libro—).  

Esa voz narradora es irreverente con la figura habitual de un narrador todopoderoso, omnipresente, omnisciente, que todo lo sabe.  

El Cóndor, jefe de los pájaros, es decir, los exterminadores de liberales, es León María Lozano, vendedor de quesos de la galería tulueña. Pero más que este, el municipio es el personaje central. Desde la primera línea queda claro: “Tuluá jamás ha podido darse cuenta de cuándo comenzó todo (…)” (Pág. 17). 

Denunciar es el verbo que define la obra literaria y periodística de Gardeazábal. Cóndores no entierran todos los días, su segunda novela, es entonces, su segunda denuncia literaria.