25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Conciencia y formación ciudadana sobre la perniciosa y tóxica influencia en niños y adolescentes de las redes sociales

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

https://paideianueva.blogspot.com/

«Facebook sabe que sus productos pueden ser adictivos y tóxicos a los niños» – R. Blumenthal senador EE. UU.  

Hace muy pocos días se cayeron y callaron Facebook, WhatsApp e Instagram, todas redes sociales del grupo empresarial de Mark Zuckerberg, quien a los 37 años es calificado la segunda persona más rica del mundo después de Elon Musk. Fueron muchos los afectados con la caída y se hizo evidente que buena parte de las actividades humanas dependen de los servicios que prestan; cerca de la mitad de la población mundial las usan.   


A principios de octubre de 2021 la revista TIME propuso en su versión web la eliminación de Facebook, resaltando que esta compañía cerró su grupo de trabajo de integridad cívica que tenía como función central poner a las personas por encima de las ganancias, decisión que, señala TIME, alienó a muchos de ese equipo crítico creado para combatir la desinformación y el odio. Una de las consecuencias de tal decisión fue que una extrabajadora de Facebook, la científica Frances Haugen, delató abiertamente perversas prácticas en esa organización. (https://rb.gy/aqmrd4).   

Entre los asuntos que denunció la científica Haugen, quien había trabajado para Google, están: Facebook sabe por investigaciones propias que   sus sitios son potencialmente dañinos para la salud mental de los jóvenes,  investigaciones que fueron escondidas e ignoradas; sus productos perjudican a los niños, considera a los niños entre  10 y 12 años como «una riqueza sin explotar«; ha optado por mostrar contenidos que hagan «enfadarse más» a los suscriptores, a que se molesten o depriman porque el contenido que es odioso,  divisivo y  polarizante inspira más a la gente que otras emociones; avivan la división y debilitan nuestra democracia; representan un altísimo  peligro al convertirse en un servicio que se ha hecho necesario en la vida diaria de muchas personas; oculta intencionadamente información vital a sus suscriptores, al gobierno de los Estados Unidos y a los gobiernos de todo el mundo; es necesario actuar e ir más allá  de los actuales marcos normativos. Se ha mostrado evidencia de que «Facebook se nutre de las miserias humanas». (https://rb.gy/cnuqwuhttps://rb.gy/3ltwh8).  

Esas redes sociales son lucrativos negocios hechos a costa de los suscriptores, carecen sus dueños de integridad cívica, con poco o nada de acciones contundentes para prevenir que sean utilizadas para planear acciones violentas o para dañar la honra y el buen nombre de muchísimas personas, empresas y diversas organizaciones sociales. El muy lucrativo negocio es muy simple: Se ofrece acceso a la plataforma, sin costo sólo en apariencia, a cambio del acceso y uso de información personal, la cual es vendida a muchos otros empresarios para elaborar perfiles de cada suscritor y poder mejor vender sus mercancías. Cada persona en el mundo, en especial niños y adolescentes, precisan conocer que existe una multiplicidad de otras maneras adicionales de perder nuestra información personal. A continuación, se presentan algunas de ellas. 

Cada computador o dispositivo móvil cuando accede a Internet lo hace desde lo que se denomina una dirección IP (Internet Protocol). Cada IP contiene cierta información de cada persona (u organización) la cual puede perderse de varias maneras: hackeada, implantación de malware (programa malicioso), robo de la identidad, control remoto por otros del dispositivo, al enviar o recibir correos, abrir enlaces, bajar apps o software, participar en foros o videoconferencias y, también mediante la participación en redes sociales. El empleador, mediante la IP de su organización, puede trazar las actividades de sus empleados, eliminado cualquier posibilidad de privacidad. (https://rb.gy/8dfmaz).  

Otro canal para entregar, perder o facilitar que otros se apoderen de nuestra información personal es mediante la aceptación de las “cookies” (que traduce «galleticas dulces»). Son ellas espías, persistentes e  intrusas, que a diario se permite que ingresen a nuestros computadores y dispositivos móviles. Con ellas entregamos accesos a información, como, por ejemplo: páginas visitadas, idioma que usa, compras, password y nombre de usuario, localización física, hábitos e intereses, amigos más cercanos, qué hace cada día y a qué horas, dónde reside y trabaja, en qué lugares merca, compromiso o ideología política y más. Con base en esa información se crea un perfil completo de cada uno para vender productos o influir en sus gustos y decisiones de compra, cuando está en un almacén, o en sus decisiones políticas en las elecciones. (https://rb.gy/7nkjs0). 

Navegadores y multitud de páginas web invitan a aceptar las «cookies» como condición para seguir navegando en ellas. Presentan a las personas condiciones como estas (subrayo): «Aceptar todas las cookies para colaborar con nuestros estudios para marketing», «… para almacenar y acceder a información en tu dispositivo y recabar datos personales sobre la audiencia», «…utilizar datos de localización geográfica precisa e identificación … compartir los perfiles obtenidos a partir de tu navegación entre las empresas del Grupo para mostrarte publicidad personalizada».  

Así, en las redes sociales, distribuidores de apps y navegadores como Chrome y Microsoft Edge saben más de   usted  de lo que puede imaginar; conocen de la totalidad de sus contactos dado que entre muchas de las condiciones impuestas está permitir  el acceso a la información de cada uno de ellos; tienen acceso a la cámara y micrófono, galería de fotos, pueden  leer o escribir el contenido almacenado en memorias USB; rastrean el registro de llamadas y se les otorga permiso para hacer llamadas; conocen su localización exacta, clase y contenido de videos y fotos que recibe, envía o  recircula, almacenes, restaurantes, hoteles que visita (y, así mismo, de moteles que con la concurrencia geográfica exacta de las señales de los celulares se sabe quién en su compañía); todo ello es posible aunque no haya habilitado la función de localización. (https://rb.gy/ixz5h0). 

Otro modo de acceder a la información personal se da con el uso más frecuente de software de inteligencia artificial. Cuando se suben fotos en la que usted está con otras personas, con esa inteligencia se comparan millones de rostros y otras facetas corporales ya almacenadas que permiten identificar a cada una de ellas. Un estudio reciente en la Universidad de Stanford encontró que con una red neuronal de inteligencia artificial es posible inferir, con al menos el 90% de seguridad, si una persona hombre o mujer es homosexual, a partir del análisis de facciones como la frente, la longitud de la nariz y de la barbilla, expresión facial, y estilo de peinado. (A raíz del estudio, muchos han gastado tiempo en el espejo analizando su fisionomía. El lector puede encontrar el artículo publicado en el Journal of Personality and Social Psychology aquí: https://psyarxiv.com/hv28a/).  

No es un acto dadivoso, bajo la figura de acceso y uso gratis, el que ofrecen las redes sociales y una variedad amplia de sitios en Internet. Se ha estimado que cada suscriptor le representa a Facebook US $32.03 que, dado los cerca de 3000 millones afiliados, se puede estimar  las inmensas ganancias anuales.  (https://rb.gy/5a2zic).  

Todos debemos adquirir la conciencia de que ante las redes sociales no somos «usuarios», sino mercancía; el producto a vender somos nosotros. Al suscribirse a ellas, aceptamos condiciones y términos gravosos, los cuales se admiten, con descuido y como costumbre, sin leerlos. Lo que se acepta de manera automática es un contrato comercial que, como tal, obliga a las partes, con la peculiaridad de que es leonino, ya que todas las ventajas son para los dueños de las redes (y de multitud de sitios web). Es usual que se afirme que esos términos pueden ser cambiados sin aviso previo, por lo que invitan al suscriptor a que los revisen cada vez que visite el sitio, tarea absurda, onerosas e imposible de cumplir. 

No bastará cancelar la suscripción a las redes sociales. La información personal ya diseminada entre miles de empresarios no será posible recuperarla. La crisis reciente de las tres redes sociales mencionadas ha abierto el espacio a la necesidad de mayor regulación y debate público sobre la perniciosa y tóxica influencia de ellas. Conviene una formación personal y ciudadana para asegurar el control autónomo por cada uno de la información personal y de la identidad digital, en especial la de los niños y adolescentes cuando ahora se ha hecho más que evidente que se desea lograr que ellos, futuras víctimas de la voracidad empresarial, estén focalizados como población objetivo, como «una riqueza sin explotar«.