6 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Colombianísimos en París 

Haga Click

Image Map

Carlos Gustavo Alvarez

Por Carlos Gustavo Álvarez 

Vinimos a París con un alpargatón calentano caturro, no a bambuquear ni a alebrestarnos con buscaniguas, mucho menos a arrancharnos en bullarangas. Un poco achicopalados y un tanto agüevados, aporreados por la largura del viaje, verriondos por tanta cobradera que casi nos deja viringos y bien enquimbados (aunque no somos centaveros, pero tampoco manirrotos), comenzamos a andareguear, desguarambilados, descachalandrados y desgualetados, atembados y atortolados, pero arrechos por ver la inauguración de los Juegos Olímpicos. 

Tanto billullo aventado sin angurrias, ¡ahijuelita!, atenidos a no ser un par de badulaques cabecipelados, para terminar con esta calentura viendo tanta carajada. 

No tome esto como una cantaleta, porque a mi no me gusta cantaletear ni soy cantaletoso, ni me crea cañero ni amigo de hablar cháchara y mucho menos descuerar. Pero estos capamicos carretudos que se ven tan caricontentos, nos embaucaron con un espectáculo raro y charrísimo, chicaneando de modernos y wokes, como si esto hubiera valido una chichigua. Insisto: no soy chichipato, pero muy botaratas el Macron ese, ¡caracho! 

Ponen a los chinches a desfilar como si no tuvieran nada en el cocorote, emperifollados con colgandejos y sin que apareciera un contrafómeque para darles un coscorrón y ponerles coto a esos culimbos culecos. ¡Dónde demónchiros quedó la decencia! Definitivamente se descacharon y nos dejaron cayetanos ante ese despiporre. 

Bailaban desporrondingados y despernancados los carenalgas, como desvirolados a punto de destutanarse y quedar desmueletados hasta empandorgarse en la embarrada. Y eso sí nos embejucamos y nos emberracamos con esa burla a “La última cena”, ¡Dios me libre!, dizque Jesús mostrando pochecas, afortunadamente no lo empelotaron. Yo me puse arrozudo, pero no me achicopalé, sino que me emputé por el irrespeto, encachorrado, pero no engerido por ese foforro fifirichas y frondio. 

Iba a sacar el fuete y a armarles la furrusca, pero el compadre me dijo que no buscara garrotera con esa gavilla, porque la guachafita armada a la guachapanda, como si fuéramos guámbitos, podía salirnos como el tiro por la culata. Así que gateando como gorobetos y sin dar ni un guarapazo, fuimos a zamparnos un guarilaque, a ver si un guaro nos quitaba la jartera después de esa jodencia. 

Íbamos julepeando de aquí para allá echando madrazos por no saber francés y preguntando a cómo-tá-le-bú, ¡qué mamera!, y ya como maluqueados, añorando una mamona o una mazamorra y sin querer marranear ni hacer maturrangas para aplacar la gurbia, cuando el cielo se llenó de cocuyos como un mazamorreo en las alturas. Entonces de metiches y sin mecatear, nos quedamos mirando el merequetengue estelar. Mi amigo, el muy morrongo, decidió echarse un motoso y yo no fui tan mugre como para despertarlo al jediondo que se desgonzó, aunque me quedé íngrimo, campaneando para que no nos desvalijaran. 

Eso le escribo, Álvarez, a lo bien, por este mensaje que le mando por wasá, que me corrige todas las palabras, pachochando las frases el muy pantallero. Pero usted me dijo que le contara y yo no voy a perder el papayazo ni a salirle calceto, patojo, aunque esta aplicación pecueca no sepa hablar en colombiano y lo quiera perratear. Muy afecto, su amigo Pérez, rodeado de patirrajados que quieren petaquearse el deporte y ponerme pereque en el boroló los muy pichurrias. Pero yo no me dejo pordebajear, porque no soy un quejereque rodillijunto y patiapartado, y mucho menos caído del zarzo, sumercé.