Por José Hilario López
“El gas natural es un recurso fundamental para la economía colombiana, ya que abastece a sectores estratégicos como la generación eléctrica, la industria, el transporte y más de 11 millones de hogares. Su disponibilidad confiable garantiza la competitividad industrial, la estabilidad de los precios energéticos y la continuidad de la producción en actividades clave como la siderurgia, el cemento y la petroquímica. Además, un suministro seguro contribuye a la seguridad energética nacional, reduce la dependencia de combustibles más costosos y contaminantes, y protege el poder adquisitivo de los hogares”, así lo resalta un reciente estudiodel equipo de investigaciones económicas de Bancolombia. A lo cual hay que agregar que, tal como lo mostramos en el reciente foro sobre el sector eléctrico colombiano organizado por SAI-Integral-EPM, el gas natural es clave para la transición energética sustentable en que está empeñado nuestro país.
La situación del gas natural en Colombia acusa un déficit estructural y creciente dependencia de importaciones, con una caída significativa de la producción nacional y de las reservas, lo que ha disparado los precios y agudizado la vulnerabilidad energética. Desde finales de 2024, el país dejó de ser autosuficiente en la oferta de gas natural, obligando a importar, afectando hogares, industria y transporte, con proyecciones que advierten sobre una crisis más profunda si no se invierte urgentemente en nuevos proyectos exploratorios y de infraestructura de transporte. La logística de la importación del gas aumenta la presión sobre su precio en Colombia, es así como el combustible faltante que solo llega a Cartagena genera un sobrecosto del 40% que impacta la tarifa del gas natural vehicular, el que usa la industria y el que consumen los hogares. Según el citado estudio de Bancolombia, en la actualidad el faltante del combustible ya aumentó desde el 17% con el que inició el presente año y que ahora se encuentra en el 18,4%.
Desde hace al menos una década sabíamos que las reservas y la producción de gas natural en el país iban a la baja y, consecuentemente, que estábamos abocados a la importación del energético, a no ser que se impulsara el desarrollo de nuevos campos productores y de la correspondiente infraestructura de transporte. Sin embargo, el actual Gobierno Nacional, contra toda evidencia, ha negado que hubiese el comprobado déficit y algo aún más grave, la necesidad incrementar las importaciones, mediante la instalación de nuevas plantas regasificadoras de gas licuado importado, tal como lo sostuvo el pasado mes de febrero el anterior ministro de Minas y Energía. Según una encuesta de la ANDI, las empresas solo tienen asegurado el 51,9% del gas que necesitarán en 2026. Ante esta situación agravada por el alza en los precios del gas, la industria ha migrado a combustibles más contaminantes, como el gas propano, el diésel o el carbón. “Algo muy malo debe pasar para que el gas (propano) transportado en cilindros por carretera sea más barato que el gas que viaja por la red (de gasoductos)”, comenta Daniel Romero, director de la cámara de grandes consumidores de energía y gas de la ANDI.
La seguridad energética en riesgo
La crítica situación del gas natural afecta toda la matriz energética del país. Empecemos por la operación de las centrales termoeléctrica que dependen del gas natural, único seguro del sistema eléctrico nacional en épocas de baja pluviosidad, tal como ocurrió durante la sequía del primer trimestre de 2024, cuando dichas plantas tuvieren que responder por el 50% de la energía eléctrica que demanda el país. La seguridad energética que tiene hoy el país se debe en gran parte a las centrales termoeléctricas que usan gas. Según las modelaciones estadísticas de Sergio Cabrales, experto en energía y profesor en la Universidad de los Andes, si hacia finales de 2026 se presentan períodos de sequía intensos, como El Niño, Colombia estará en riesgo de racionamiento de gas natural para usos distintos al termoeléctrico.
Fedesarrollo calcula que, sin nuevas reservas de gas natural, entre 2025 y 2031 el PIB nacional cada año perderá 0,1 puntos, el equivalente a 11,2 billones de pesos. Si además hay restricciones de suministro, la pérdida total treparía hasta casi el doble. La esperanza reposa en el proyecto Sirius, el mayor hallazgo de gas natural en la historia del país, descubierto por Ecopetrol y la brasileña Petrobras, situado a unos 77 kilómetros de la costa de Santa Marta, que tiene el potencial de suministrar el 45% de la demanda nacional por 10 años.
La entrada en producción del campo Sirius no se espera antes de 2030, para lo cual se requieren inversiones por 4.000 millones de dólares y, además depende de 122 consultas previas y tres licencias ambientales. Aun con Sirius, el país necesitaría importaciones a partir de 2031. La opción de traer gas desde Venezuela tampoco resuelve el problema: el gasoducto Antonio Ricaurte (proyecto binacional Colombia-Venezuela para el transporte de gas natural, conectando la Guajira colombiana con el Lago de Maracaibo en Venezuela) necesita reparaciones que tomarían hasta dos años. Por otro aspecto, Importar gas de Venezuela expondría a nuestro país a sanciones de EE UU.
Fracking, la solución a corto plazo
El auge masivo y la revolución del gas de esquisto (shale gas) que caracteriza la producción moderna de gas natural mediante fracking ocurrió en la década de 1990, cuando empresas como Mitchell Energy perfeccionaron la técnica combinada de pozos verticales y perforación horizontal. Gracias a estas innovaciones, la producción de gas de esquisto pasó del 2 % de la producción total de EE. UU en 1998 a casi el 80 % en 2022. Gracias al fracking, EE.UU. paso de ser importador neto de hidrocarburos a ser el primer productor y exportador mundial de gas y petróleo; por otro lado le permitió al país del norte reducir de manera significativa la emisión de gases de efecto invernadero.
Como lo he sostenido en anteriores artículos, la animadversión contra el fracking deriva de los impactos ambientales que originalmente generó esta práctica en EE. UU. Esto sucedió principalmente por causa de una inadecuada reglamentación para esa nueva industria en un país, donde el propietario del suelo es dueño del subsuelo, diferente a Colombia donde el subsuelo es propiedad de la Nación.
En Colombia, el fracking es un tema polémico sin proyectos activos actualmente, aunque se intentaron pozos pilotos (pozos para investigación) en la región del Magdalena Medio, que se suspendieron bajo el gobierno Petro, quien promueve una ley para prohibirlo por sus supuestos impactos ambientales y climáticos. Confiemos en que el próximo gobierno nacional impulse la exploración de gas natural para explotación con fracking, única alternativa para avanzar en la transición energética sustentable hacia las energías renovables no convencionales.
P.S. En próximo articulo insistiré sobre la urgencia de avanzar con el proyecto de gasificación de los carbones colombianos, proceso que mediante una combustión limpia puede generar metano de síntesis (equivalente al gas natural), un proyecto avanzado de investigación de la Facultad Nacional de Minas, la Universidad Pontificia Bolivariana y la Universidad de Antioquia.


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