Por Adriana M. Cardona López
Dicen los que saben que en el Congreso de Colombia cursa el proyecto de ley 205 de 2022, acumulado con el 282 de 2022 que busca reformar la Ley 675 de 2001.
Como los diamantes de poca calidad, esta anhelada reforma a la ley es para alquilar por días las fincas, apartamentos, casas, ranchos y por qué no, potreros y de paso hacerle el cuarto al sector turismo; arrinconando cada día más los derechos colectivos y así beneficiar a unos cuantos con el alquiler para fiestas no muy convencionales y virtuosas.
Pero como en Colombia el turismo sexual está de moda, y así lo indican las estadísticas y los medios de comunicación lo pregonan, y como estamos viviendo un mandato impuesto y la verdadera ley no opera, la responsabilidad social brilla por su ausencia en el Congreso.
Mientras en otros países prohíben esta clase de prácticas, en Colombia es platillo de primera mano. Y así como la toga perdió su alma, estamos perdiendo nuestros derechos Colectivos.
Los gobernantes de las ciudades, pueblos y municipios de la mano del Congreso violarán más los derechos colectivos al permitir esta clase de modalidad turística sin una lógica y sana crítica y que los visitantes nacionales e internacionales desaforadamente se recrean acabando con la tranquilidad de la colectividad desplazando los Hoteles que cumplen con los estándares de calidad, ubicación y control del ruido y que por su afán de ser País turístico se olvidan de recuperar el prestigio como Nación, sin tener en cuenta que esta clase de turismo y alquiler por días trae como consecuencia tráfico de drogas, consumo desmedido de sustancias alucinógenas, prostitución y ruido incontrolable, convirtiéndose en un País de turismo sexual arrollador.
La tranquilidad e intimidad de los demás ya está atrapada en una futura reforma a la ley. Ni los reglamentos de propiedad horizontal podrán limitar esta clase de prácticas turísticas y el uso del suelo no será respetado.
La Policía Nacional se verá limitada para controlar, porque el código de convivencia ciudadana les quedó grande y así los decibeles desmedidos que producen ruido en las bacanales y fiestas ganarán terreno y que no es un secreto que quien busca esta alternativa para pasar bueno, no mide su actuar.
No se necesita ser médico psiquiatra para entender que los individuos que buscan esta clase de fiestas consumen drogas alucinógenas, olvidan por completo el controlar el ruido y de paso las buenas costumbres.
Los representantes del interés social (Congreso), deberían estar imbuidos con criterios basados en una justicia real, imparcial, honesta, objetiva, neutral e íntegra, pero qué podremos esperar. Ya estamos enseñados a que la justicia porte una toga negra que simboliza luto, según las historias narradas por quienes saben.
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