29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Cenizas al mar

Por Carlos Alberto Ospina M. 

No se trata de un estilo novedoso que salta de primera persona del singular a tercera del plural, tan solo representa un pedazo de la fatalidad que sobrellevan millones de individuos en un sentido particular y general. Tampoco es un secreto que la noticia del fallecimiento repentino, el duelo natural, las tradiciones en torno a los restos mortales y los rituales litúrgicos están proscriptos, ni siquiera aplazados, a causa de la pandemia. El impacto emocional y sicológico concurre en los distintos dolientes que, se encogen de hombros, debido a que no pueden ir en contra de los protocolos de bioseguridad para realizar las exequias. El alma de los muertos trasciende, fenece o muta sin compañía terrenal. ¡Es la excepción que nos tocó afrontar sin indulgencia! 

Quien se victimiza, de una u otra manera, busca cierto tipo de reconocimiento que supera la representación mental de la empatía y la solidaridad. Del mismo modo, el sujeto puede hacerse el tonto dilatando las etapas de la aceptación, la lucha interior, la llamada negociación y las decisiones a futuro. En otras palabras, presenta una reacción inconsciente condicionada por la baja autoestima y las pugnas propias del ego y del desapego. Este proceder no admite juzgamiento ni tamiz moral, puesto que el virus puso a la raza humana en el lugar que nos corresponde, la finitud. 

Desde el punto de vista del enfoque científico, la donación de órganos sufrió un impacto contundente y muchos pacientes vieron postergadas sus intervenciones quirúrgicas. Miles de eventuales trasplantes quedaron reducidos a vestigios.  

Enrolados un sinnúmero de deudos en el mundo recogíamos las cenizas de nuestros familiares en medio del padecimiento de la enfermedad, a solas y varias jornadas con posterioridad a su defunción; es decir, resignación forzada en razón a los acontecimientos.  

“No quiero morir, no quiero estar sola. Doctor, ¿qué dice mi hijo Carlos?” fueron las últimas frases intermitentes de mi madre, minutos antes del procedimiento de intubación en cuidados intensivos. En seguida murió, al tiempo que el suscrito entraba a urgencias con la saturación baja y la fiebre superior a 39,2 grados. Contagiado inicié el trámite con la funeraria, di la nefasta noticia a los míos, lloré a moco tendido sentado en una fría silla y seguí aislado por espacio de 72 horas, a tal punto que ingresé a hospitalización con una infección generalizada en la sangre a consecuencia del COVID. ¡Cero dramas de índole personal! Desguarnecido intento describir esa situación singular. Perdonen mi insolencia. 

La fecha que, recibí el pequeño cofre con lo que aparentemente fuera el cuerpo de mi mamá, tuve la primera crisis respiratoria y la descompensación general.  Aún no encuentro los vocabularios precisos para describir la impotencia y el desespero que se siente previo a perder la razón. A la semana siguiente acogí el primer abrazo de mi sobrino Juan Pablo, quien llegó al apartamento con el corazón destrozado, porque su mamá, mi hermana, agonizaba. Él se paró al frente del retrato y de las cenizas de su abuela. Apoyó la cadera en el sofá y de su boca aguada de dolor dejó sonar, sin pausa, los mensajes de gratitud y de amor por “la vieja berraca”. Pasados veinte crepúsculos faltó Luz Marina. Igual, a los días llevaron la cajita. 

Sé que más pronto que tarde voy a morir. ¡No somos nadie! A diferencia de mis seres queridos no tengo un ritual específico para depositar los residuos incinerados. He gemido lágrimas amargas recorriendo la finca con las reliquias de mi madre, y he lamentado no estar en este momento que, esparcen en el mar, las partículas de polvo de mis hermanos, Juan Ramón y Luz Marina. Ambos navegarán a favor de la corriente acariciando nuevos puertos y conociendo otros lares que, en vida, quisieron disfrutar. Mamá continúa bendiciendo su tierra natal, San Jerónimo-Antioquia. Cada amanecer brota una nueva flor asombrosa, como aquella orquídea que nació la mañana de su partida y hoy, seis meses después, sigue tan viva que parece que fuera el semblante sonriente e imperecedero de ella. 

Por eso, escribo con absoluta liberación en primera y tercera persona, así para algunos suene a disco rayado y redundancia floja; al fin, las cenizas al mar o sobre la tierra, ya no hay retorno. 

Enfoque crítico – pie de página. En presencia de tanta arrogancia suelta y el malévolo exguerrillero experto en inocular violencia; el activismo mentiroso y radical; las envalentonadas y dispersas manifestaciones de género con su arcoíris impositivo; la inmoralidad y los acuerdos políticos en busca del poder por medio de diversas mañas corruptas; el egoísmo de los movimientos antivacunas y la negación de la pandemia a pesar de la cantidad de muertos; en definitiva, representan el desgaste argumentativo de unos cuantos delante del fundamentalismo de aquellos que, también, serán simple ceniza dispersa.