29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Carta pública a Rodrigo Londoño

Por Jaime Jaramillo Panesso 

Al exguerrillero Timochenko: hace pocos días la  prensa publicó la noticia por la cual usted iba a ser asesinado por traición, acto que cumpliría otro sujeto que milita en las Farc en armas y que comandan “Iván Márquez”, Santrich y  demás jefes de los frentes, cuadrillas y comisiones de un pasado reciente y que estuvieron bajo su mando. Este atentado fue frustrado gracias a las acciones investigativas de las fuerzas de seguridad de Estado colombiano, manifiesto en nuestras fuerzas armadas y de inteligencia. Usted ha dado una muestra de reconocimiento de la legitimidad del gobierno al agradecer ese hecho, puesto usted se encuentra bajo la protección de las leyes que nos obligan a todos los ciudadanos a no quitar la vida a nadie, al menos que sea en legítima defensa.

Don Rodrigo Londoño, alias Timochenko, Comandante en jefe de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia, Farc, hasta su desmovilización, pactada en un Acuerdo Final, donde esa guerrilla obtuvo los beneficios políticos y económicos que ninguna otra   organización criminal en el mundo. Obtuvieron que todos los delitos cometidos, fueran cubiertos por el manto de impunidad que consagra el “delito político”, en especial los de lesa humanidad y los crímenes de guerra, alcance mágico que además tendrá la protección jurisdiccional de la JEP. Para eso avasallaron la Constitución sus cómplices, conscientes o no, unos por culto a la personalidad y al dinero como Juan Manuel Santos, otros por la blandura de carácter e ignorancia de las leyes de la República.

Usted y sus camaradas están insertos en los derechos que determinan la Constitución y las leyes colombianas. Pero también están en la obligación de cumplir los deberes pertinentes, tales como pagar impuestos, contribuir a la convivencia con la localización de delincuentes y auxiliares suyos, defender la soberanía de la nación ante la amenaza, filtración o invasión del territorio, cumplir con las sentencias de los jueces, etc. Es hora que se sientan ciudadanos y no excombatientes. Demostrar que si el gobierno protege su vida, usted y sus camaradas del alto círculo del que fuera su Secretariado y el Estado mayor, es porque tienen la oportunidad de morir de viejos y no por el plomo de sus antiguos subalternos o de las venganzas de algunas víctimas. El atentado o la muerte suya nos afligiría a todos los colombianos, no porque se cumplan a cabalidad los puntos del fatídico Acuerdo Final y sus complementos, sino por el hecho de ser usted quien es. Grave herida les causaría a los ciudadanos que, aún en desacuerdo con la llamada paz santista, debemos atenernos a la ley y a la democracia.

En todos los eventos electorales de los últimos años (y ha sido durante toda la vida republicana) los comunistas no han dado muestra de apoyo popular. Tampoco ahora que se arropan bajo el camuflado de la lucha rebelde. Son irrisorios los resultados electorales, no son un peligro, pero si son un problema. La ambigüedad se cruza en el camino, sin embargo. Si usted y las Farc- partido político- quieren ganarse el respeto y quizás muchos votos en democracia, deberían ser pragmáticos y no apostólicos. Renunciar a algunos privilegios como no ser penados con reclusión intramural, es decir cárcel, y aceptar un presidio especial, borraría la mala, pésima imagen que los acompaña. Lavar la cara de los hombres liberados de sus actos –  para unos patrióticos, para muchos criminales, para unos altruistas, para otros antisociales –  son determinaciones que servirían para avanzar con fuerza en la vida política de una nación que sea hogar y no refugio. Estas sugerencias no tienen objetivos polémicos. No hay herencias prometidas ni sangres revividas. Son solo palabras de un ciudadano común y silvestre, un colombiano sin prontuario, pero movido porque, en su total territorio, no maten a usted ni a sus correligionarios.