Por Oscar Domínguez (foto)
Los proustáticos que participamos o cubrimos tu festival de Ancón, en La Estrella, cerca de Medellín, hace tiempos claudicamos y nos incorporamos- encorbatados- al establecimiento que finalmente no tumbamos.
Mientras el tiempo nos tatúa arrugas en el rostro, estamos de vuelta a la música vieja, los tangos, boleros y yerbas afines. Hace tiempos, nuestros padres volvieron a tener la razón en todo.
Eran los tiempos del binomio amor y paz. Regía la divisa del gurú Jack Kerouac en su libro En el Camino: “Sólo se vive una vez. Vamos a pasarla bien”.
En junio de 1971 trabajar era un verbo que reñía con nuestros principios. Pero hace tiempos les dijimos adiós a las mechas largas, guitarras eléctricas, pereza mental disfrazada de angustia existencial, trajes floridos, marca de fábrica de la época.
Para que la entrega no sea total, les guardamos fidelidad al profeta Bob Dylan, Mick Jagger y demás colegas (=abuelos) Rolling Stones. Es lectura obligada por estos días la biografía no autorizada de Keith Richards, el rollingstone mayor. Y Vida, su autobiografía.
Cambiaron de menú quienes castigaron el cerebro con LSD, coca, cacao sabanero, hongos alucinógenos, pepas, marihuana.
Esa tribu de exloquitos se desayuna, almuerza y se acuesta hoy con puré de pastillas y consume dosis personales de valeriana. La cannabis se usa para embolatar la artritis y el reumatismo. (Lea la columna).
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