6 noviembre, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿Bipartidismo o tripartidismo? 

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Ricardo Correa

ricardocorrearobledo@gmail.com 

Por Ricardo Correa Robledo 

En su columna del pasado 19 de septiembre en la revista Cambio, titulada “¿Regreso al bipartidismo?”, Gabriel Silva hace muy interesantes planteamientos sobre la manera como se va reconfigurando un nuevo sistema político-partidista en Colombia. Para él, el proyecto del Pacto Histórico –PH, es de largo aliento, y bajo el liderazgo de Petro quisiera convertirse en fuerza hegemónica que realice una transformación radical del Estado y la sociedad. Y este puede ser el sentido de las palabras de Petro como candidato cuando dijo que para todo lo que había que reformar se requerían cuatro mandatos. Algo así como lo que fue ‘La República Liberal’ de 1930 a 1946, período en el que se realizaron grandes transformaciones y modernizaciones en el país. A hoy, el PH convoca a un poco más del 50 % del electorado. Pero por el otro lado, está la otra mitad de la ciudadanía, la que finalmente votó por Rodolfo Hernández en segunda vuelta, y no propiamente por el candidato sino por lo que representaba, una fuerza opuesta a lo que significan Petro y Pacto Histórico. Hay entonces una fuerza de izquierda y otra de derecha y sectores de centro. 

El viejo bipartidismo, como lo llama G.Silva, existió desde la fundación de la república y se extinguió en 2002 con la elección de Álvaro Uribe, aunque la Constitución de 1991 había sentado las bases para que languideciera. En esos 190 años el liberalismo abanderó causas como la libertad de los esclavos en 1851 y la expansión de las libertades durante los gobiernos del Olimpo Radical en la segunda mitad del siglo XIX. También trajo desorden y anarquía, especialmente en los momentos de federalismo. Por su parte el Conservatismo, con su figura más representativa, Rafael Núñez, fue abanderado del orden y la disciplina, con los excesos que desembocaron en la Guerra de los Mil Días. En la primera mitad del siglo XX el Liberalismo condujo los grandes cambios que se requerían por la naciente modernidad, y el conservatismo procuró conservar, valga la redundancia, las viejas estructuras sociales y económicas de la mano de la doctrina social de la Iglesia Católica. Luego llegó La Violencia y el Frente Nacional. 

En este periplo, el Liberalismo hospedó a la izquierda, incluso a sectores comunistas, y el Conservatismo a la derecha dura, como por ejemplo a los fascistas ‘Leopardos’. Pero hay que tener cuidado, la historia no ha sido en blanco y negro: por ejemplo Belisario Betancur fue un presidente conservador progresista y Turbay un presidente liberal de derecha dura. De manera esquemática, el Liberalismo abarcó desde el centro hasta la izquierda y el Conservatismo desde la centroderecha hasta la derecha dura. 

Para G. Silva el bipartidismo en ciernes se constituiría por dos actores: de un lado la izquierda aglutinada en el Pacto Histórico y por otro lado un centro, el cual requeriría nuevos liderazgos. Y aquí es donde quisiera introducir una variación: creo que un naciente escenario de bloques políticos tendría tres actores: una izquierda, un centro y una derecha. No creo que se puedan juntar en un mismo paquete derecha y centro. ¿Que al final de unas elecciones solo quedan dos opciones? Sí, pero eso depende de la coyuntura y de las necesarias coaliciones. Sin embargo, hay diferencias y límites entre estas tres opciones. 

Ese centro, que para mi gusto debería ser socialdemócrata, recoge muy buena parte de la agenda de derechos y el marcado interés en la protección ambiental  que defiende la izquierda, pero recorriendo caminos parcialmente distintos, sin los desmedidos afanes del actual gobierno, y sin acometer acciones temerarias que podrían dar al traste con pilares de la vida social, como por ejemplo el sector salud. Un centro que también sea consciente de las sensibilidades de la economía y de la gestión empresarial, pues si se mueven las palancas de la producción de manera brusca se pueden causar desastres. Pero que también ponga límites: a la acumulación de riqueza vía impuestos, regulando ciertas actividades para proteger al consumidor final, y los más urgentes, los ambientales. 

Si la política colombiana se decanta por la contradicción derecha-izquierda perderemos mucho, pasaríamos del televisor a color al blanco y negro. Hace falta un tercer actor, y ese es el centro, diferente a la derecha y a la izquierda, pero que coexista con estas. En ese mapa todos cabemos y hay algunas señales de que para allá podemos estar transitando.